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Un lugar donde las palabras fluyen como el agua de una fuente,
donde los recuerdos cobran vida,
donde los sueños se hacen realidad.
Bienvenido a mi mundo.
Adela
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sábado, 5 de octubre de 2013

Homicidio astral


Aún no logro entender cómo hemos llegado hasta este extremo.
Los últimos tres mil seiscientos segundos han sido un preludio agónico y progresivo hacia lo que creo que es lo más parecido que he visto a la muerte de una estrella.
La miro. La miro y la veo tan sumamente bonita como siempre, incluso con esa capa de rocío sobre sus pestañas que me impide ver con claridad sus preciosos y vivarachos iris pardos. Parece cansada, dos medias lunas moradas rodean sus párpados inferiores, y sin saber bien por qué, me siento culpable de haberle robado el sueño a una criatura tan vulnerable e inocente como ella.
Veo también el fallecimiento de la estrella en sus propios ojos. Opacos, sin luz, sin ese fuego que solía incendiarme el pecho en una oleada de devastación y sentimiento.
Ahora, es el aire el que incendia mis pulmones. Cada bocanada de aire sin ella duele más que la anterior.
Necesito abrazarla. Ya. Ahora. Necesito susurrarle cuánto la quiero, acariciar su mejilla de seda y agua y besarla, desesperadamente, no podría ser de otra forma ahora que sé que la voy a perder. Sin embargo en cuanto mis brazos tratan de aferrarse a algún resquicio de vida en su piel canela, ella da un paso atrás. Y es entonces cuando sé que la he perdido.
Le suplico que se quede. "Por favor, peque, no me dejes. Te necesito." Su respuesta son un par de sollozos sordos y un balbuceo que se pierde en el vacío que nos separa.
Joder, qué he hecho. La he roto. He matado a mi estrella.
Recuerdo días de mejillas rosadas, de nudillos apretados, de besos blanditos y fugaces, de otros besos no tan fugaces, de sonrisas tan amplias que podrían cruzar el Atlántico, de charlas bajo las sábanas.
Ella se da la vuelta, dejando vacíos y malditos mis recuerdos de días felices, dejándome a mí.
Contemplo por última vez su belleza, ahora fría y nostálgica, y con su marcha, veo convertirse todo aquello que amé, en todo aquello que he perdido.