Descripción blog

Un lugar donde las palabras fluyen como el agua de una fuente,
donde los recuerdos cobran vida,
donde los sueños se hacen realidad.
Bienvenido a mi mundo.
Adela
contador de visitas

viernes, 30 de mayo de 2014

Delicate


Me despierto.
Abrí los ojos sobre unas sábanas blancas que mi cerebro no guardaba entre sus inciertos recuerdos matinales, pero que, sin embargo, encerraban un reconfortante olor a hogar entre sus pliegues. Parpadeé un par de veces, me froté los párpados -evitando restregar los restos de maquillaje de la noche anterior por mis mejillas- y volví a abrir los ojos una vez más, arrastrando la pesadez del sueño aún entre mis pestañas.
Y ahí estabas tú. En tu cama, en algún lugar a medio camino entre el cielo y el infierno, a medio camino entre las caricias y el pecado. Te juro que no quería despertarte, pero me invadió una sensación de ingravidez solo de pensar en ti y en tus abismos. Necesitaba aferrarme a tus vértices para no caer, y qué mejor lugar que tus labios para asirme y disfrutar de las vistas privilegiadas al vacío que me abres en el pecho cada vez que me susurras un "Buenos días preciosa".
Vamos cariño, despierta. Así, despacio, que tenemos todo el día.
Necesitaba verte estirar tus músculos, cada una de tus fibras, como lo haría un gato presuntuoso y relamido, que conserva sus siete vidas bajo las garras y es consciente de ello. Necesitaba que vinieras a ronronear contra mi cuello y que me abrazaras hasta que nos faltara el aliento. Dijiste que aquella mañana te apetecía hacer turismo por mis curvas, hacerte un Interrail parándote en cada estación de mi cuerpo para besayunarme.
Ven. Ven y arráncame el encaje a mordiscos, que aún es pronto.
Sentía tus latidos, sentía tu respiración sobre mí, sentía tu piel, tu mirada, tus manos, tu boca. Sentía, sentía mucho y te sentía a ti. En once semanas, no habíamos sido capaces de hallar la clave para no sucumbir a la lujuria, pero tampoco es que quisiéramos encontrarla. Porque nosotros no sabíamos de leyes ni de normas, nosotros éramos de números y de dejarnos llevar por la química, que de eso yo sabía mucho.
Me deslicé sobre tus sábanas blancas, una vez más, para buscar refugio en tu clavícula, allí donde el mundo no podía alcanzarme, donde la realidad me superaba. Me hablaste de tus miedos, de tus sueños, de tus heridas; y me separaste de ti, solo para cerciorarte de que era yo la que estaba allí, "porque eras tú la que quería" me dijiste. Me pediste que no me moviera, y yo me quedé allí. Contigo.
Ven, cariño. Ven y quédate conmigo, que aún nos quedan muchas noches por delante.