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Un lugar donde las palabras fluyen como el agua de una fuente,
donde los recuerdos cobran vida,
donde los sueños se hacen realidad.
Bienvenido a mi mundo.
Adela
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sábado, 31 de diciembre de 2011

Estación 2012

Las nubes discurren tras la ventanilla informes y alargadas, a una velocidad que quita el hipo. Me invade una sensación de ahogo, tengo ganas de sacar la cabeza por la ventanilla y gritarle al conductor de este tren que pare, que yo me quiero bajar, porque se me han quedado pálidas las sienes del traqueteo mareante de esta máquina. Pero como siempre, las palabras se las lleva el viento.
Será que me he comportado como un león enjaulado con ansias de escapar. Tal vez debería quedarme así un rato, con mi melena ondeando al viento, enredándose entre mis dedos, indomable, y disfrutando de la brisa hasta la siguiente parada. Quién sabe, quizás tú estés allí esperando. El aire de este lugar huele diferente, huele a misterio y a incertidumbre, pero también a frescura y juventud. Según auguran algunos, es la estación final en el destino de la humanidad, aunque estoy segura de que no son más que habladurías, cuentos de brujas.
Ya casi hemos llegado, puedo verlo.
Próxima parada: estación 2012.


Rara vez suelo hacer un comentario en mis entradas, pero me gustaría desearos feliz año nuevo ya que dedicáis parte de vuestro tiempo a leer lo que escribo, y eso para mi significa un mundo.
Espero que tengáis un 2012 cargado de inspiración, felicidad y amor. ¡Feliz año! Y cuidado con perderos en la estación 2012.

lunes, 26 de diciembre de 2011

El vals de los creyentes


Es Navidad. Supongo que hoy saldré a la calle en busca de corazones rotos que remendar, y supongo que tú te dedicarás a fingir que no sabes que el blanco es el color de la temporada, que el abeto está de moda y que el amor es tópico en estas fechas.
Buscaré a una pareja de ancianos ahítos el uno del otro y les recordaré la magia del vals, lento y apasionado. Ellos mismos contagiarán a los viandantes; parejas de jóvenes, adultos, niños, perros incluso, que embelesados bailarán a un mismo son desafiando al frío. Será como si Tchaikovsky se apoderara de los ingenuos con su vals de las flores. No esperaré que tú me saques a bailar, sé que a ti no te encontraré entre la multitud enamorada, ni junto al letrero luminoso que reza "Feliz Navidad", tampoco tus familiares tendrán el gozo de tenerte entre ellos esta noche, pero quizás decidas hacer una parada en mi portal.
Fingirás que es otro domingo cualquiera, a pesar de que te cuente las mil historietas de mis logros navideños y a pesar de la noche iluminada, el innegable olor a castañas asadas y la nieve en las aceras. Despreciarás mi vals, aunque eso tan solo te sirva como excusa para acercarte a mí y enseñarme lo que es "bailar de verdad". Entonces, si es así, dejará de importarme que no creas en la navidad, porque en el fondo, sé que a ti no te gusta bailar, tan solo en ocasiones especiales.

sábado, 26 de noviembre de 2011

"El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla"


Tropezó con la lámpara de mesa vintage que tanto le gustaba. En otras circunstancias se habría detenido a pensar qué diantres hacía allí, cuarteada e impidiéndole el paso. Pero no era esa la ocasión.
En su lugar, se dejó caer en el sofá con la cabeza en los pies y los pies sustituyendo su espacio en el respaldo. Su columna vertebral se deslizaba en el asiento, obedeciendo a las leyes de la gravedad -que debería estar estudiando-, y la cabeza le daba vueltas, inconsciente de que se precipitaba hacia el desgastado suelo de aquel cubil. Tocó fondo de una manera un tanto estrepitosa y dolorosa, pero necesaria para devolverle un resquicio de lucidez.
Quién la hubiera imaginado encerrándose en casa un sábado noche, entregada al vodka que había encontrado en una estantería cubierto de polvo y resignación. Ebria de sentimientos que la rebasaban como una copa demasiado cargada. Siempre había pensado que eso de emborracharse solo era un modo de llamar la atención, pero ahora concebía la adicción al alcohol como una vía posible y medicinal. Una noche no hacía mal a nadie.
Sin venir a cuento, los ojos se le anegaron en lágrimas y un grito sordo se apoderó de sus cuerdas vocales. Mil historias de los últimos meses se arremolinaban como un torbellino sobre sus pulmones, siendo a su vez el oxígeno que le hacía falta para levantarse, tambaleante e inestable, pero firme.
Escribió tantas veces como pudo con espantosa caligrafía "El pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla", hasta convertir la tinta en un mejunje de lágrimas y alcohol. Sin pensarlo dos veces, incineró el amasijo de papeles, que apestaban a melancolía y debilidad.
- Se acabó la autocompasión y el creer en las mentiras del pasado y los demás. Eso se acabó.
Se quedó a contemplar como las llamas acababan con su destrozo.
Juró no volver a beber jamás; nunca más, se dijo.
Por último, se maldijo por no haber prestado más atención en las clases de historia, pues lo poco que recordaba, parecía ser lo más útil y cierto que le habían contado hasta ahora.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Carta a una ingenua

Escúchame niña,
creo que nunca antes he tenido que hacer una confesión tan grande. Me tiemblan las manos y hasta se me han puesto blancos los nudillos; por un momento creí que tú también temblabas, pero me he dado cuenta de que no es más que el patético tembleque de mi cuerpo meciéndote desacompasadamente. Será mejor que vaya directo al grano.
Estos días que hemos pasado juntos, soñando amaneceres, escapándonos de las multitudes, bailando bajo la lluvia, hablando de un futuro incierto y de temas poco útiles -admito que únicamente con el motivo de seguir saboreando tu voz de ingenua-, han sido tan increíbles que ni el mejor autor de ciencia ficción podría haber esbozado el guión de una utopía tan perfecta. Sé que cuando trate de contar el secreto que esconden tus ojitos desconsolados, nadie me creerá, tan solo aquellos que se atreven a mirarte de cerca pueden advertirlo, y todos ellos, se quedan prendados de las miles de luces ambarinas que desprenden. Sería egoísta si te pidiera que los escondieras, privaría al mundo de su octava maravilla, aunque no puedo evitar pensar que algún día llegará alguien que sepa como tratar su delicada belleza ocre.
Creo que necesito un trago, como aquella noche en la que me llevaste a un local de poca monta en las afueras de la ciudad, en un mal intento por disimular que te habías perdido. Estoy seguro de que cualquiera de los borrachos, ludópatas, pensionistas, drogadictos, camareros o cualquier hombre presente en la sala, habría deseado ser yo en aquel momento, aunque tu parecías no darte cuenta. Ah, aquella noche, embriagados, sé que podíamos haber sido dos amantes de esos que se besan en callejuelas iluminadas por la luz de la luna, hasta la saciedad, como si bebieran del último oasis en el desierto, y amanecen acurrucados en un rincón de un parque. Me mirabas con carita embelesada y las mejillas encendidas en un tono carmesí, y he de admitir que era casi imposible resistirse a tanta ternura, casi imposible no besar tu piel ardiente, pero, ¿cómo podría perdonarme después por traicionarte, mientras tú, realmente habías abandonado tu cuerpo y vagabas por mundos insólitos?
Te hablo en voz baja, como se cuentan las verdades del corazón, contra tu pelo, para que desprenda su suave aroma a vainilla y canela, y pienso, qué suerte que sea invierno y hayas querido buscar refugio en mis brazos, aferrándote a mí como si te fuera la vida en ello. Pobre ingenua. No sabe el efecto que su sonrisa soñadora causa sobre mí, mientras duerme, aquí, sobre mí, tan cerca. Tan solo espero que no despiertes y me sorprendas besándote en la frente. Algún día contemplarás como se enrojecen mis orejas, igual que cada vez que le hablo de ti al silencio, que ya sabe de tus dotes de artista y está cansado de oír cuanto deseo que te quedes, aunque no pienso dedicarte frases ñoñas y superficiales, de esas estoy seguro que tienes baúles repletos; prefiero que te quedes con los sentimientos.
Algún día, mi niña ingenua, te llevaré al cielo, para que tu delicada belleza ocre, pueda estar junto con las demás estrellas del firmamento. Algún día, podrán rozar mis labios tus labios en un beso...

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mírame

No tengo secretos para ti.
Mírame.
Soy débil, frágil, vulnerable, tímida, retraída, inocente. No soy nadie sin mi disfraz de engreída orgullosa a la que nada le importa.
Sin embargo, tú, me miras, me miras queriendo ver que hay algo bueno en mí. Y no sé cómo, pero lo cierto es que renuevas mis virtudes, me elevas hacia lo incomprensible, y creo que rozo la inmensidad infinita con la yema de mis dedos. Quizás empiezo a creerte. Ser transparente es fácil, ser como el agua cristalina y pura de montaña, es muy fácil cuando tú estás cerca. Porque no tengo nada que esconder, nada que pueda enturbiar nuestras aguas, y si lo tuviera, tú ya lo habrías descubierto hace mucho tiempo, porque es cierto eso de que soy como un libro abierto que aguarda a ser leído.
Contigo todo es fácil. Incluso levantarse de madrugada resulta sencillo si sé que tú estás. Las cosas deberían ser así, como nosotros: fluidas, sin esfuerzo.
Mírame una vez más.
Mírame y piérdete en mi mirada, para así asegurarme de que nunca puedas encontrar el camino de vuelta y yo pueda seguir siendo como agua de montaña.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Nadie le dijo

Nadie le dijo que un día llegaría a echar de menos el reflejo del enorme Azul en su piel desnuda. Tampoco que las mismas barreras de alambre que un día le habían impedido volar, se convertirían en las puertas de su hogar. Ni que decir tiene que, jamás, nadie le dijo que recobraría la esperanza en la humanidad y encontraría héroes -de los de verdad- en este mundo.
Pronto, todo aquello con lo que había soñado y por fin había encontrado, se quedaría atrás. Pero por ahora, no quería pensar en ello. Así que, cogió las llaves de casa y se marchó con un solo propósito: disfrutar un día más de su enorme Azul y de la compañía de sus héroes de verdad.

martes, 27 de septiembre de 2011

Como aire

Sus brazos eran una prolongación del aire. Ni siquiera las aves, con sus delicadas y esbeltas alas, podrían presumir de tal libertad. Tenía esa soltura de quien se sabe libre y un deje soñador en el habla. Probablemente, porque vivía más allá de las nubes, y en las mañanas nubladas, el reflejo cian del cielo se adivinaba en su mirada.
No era un pájaro, tampoco un ángel, pero no le hacía falta.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Siempre increíble, nunca suficiente


Es esa sensación. Te sientes volar en un cielo infinito; las bruscas subidas y bajadas, se vuelven más, y más adictivas con cada nuevo chute de adrenalina. Con el tiempo, las buscas, necesitas tu dosis diaria para poder sobrellevar tu monótona vida. Te sientes como un águila, hasta que abres los ojos, y te das cuenta de que tus alas, están tan atrofiadas como las de una gallina, y durante todo este tiempo no has hecho más que caer y tratar de retrasar la caída.
Es ese momento, en el que siempre eres increíble, pero nunca suficiente. Es entonces, cuando comienza el declive.
Personalmente, yo, he optado por encadenarme a un ancla en el fondo del mar. Así, mis alas atrofiadas, no podrán dejarme caer más.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Delirios de carretera

Como cualquier otro día abochornante hacia mitad del verano, aquel peculiar coche verde, ajado y a rebosar de manzanas, asomó el morro por el camino de tierra. Cualquiera hubiera dicho que se trataba de una tortuga, debido al color de su coraza y la larga fila de coches que aguardaba el momento idóneo para adelantar a aquella antigualla. Por primera vez, tras casi mes y medio de encuentros en la carretera, el coche se detuvo junto a mí, para mayor desesperación de los conductores que lo seguían y que acto seguido comenzaron a adelantarlo.
- Hoy parece un día perfecto para perderse, ¿no crees? -sugirió el conductor, un hombre de avanzada edad, con el pelo cano y una sonrisa de lo más generosa.
- No lo creo señor -contesté educadamente-, mi familia no tendría que comer si no llego a tiempo -señalé alzando las bolsas de la compra.
- Oh, no mi niña -rió el anciano-, no me refiero a ese tipo de pérdida. A veces, perderse, tan solo significa encontrar algo que no esperabas -el rugido del motor al ponerse en marcha de nuevo casi ahogó sus últimas palabras-. Que pases un buen día.
Y así, continuó el coche su camino, hasta perderse en la lejanía. Creo que parte de mí, se perdió consigo.

domingo, 28 de agosto de 2011

El ladrón de la música

Se había olvidado de la música.
No había vuelto a soñar despierta desde hacía años, no sentía los latidos desenfrenados en su pecho, no había vuelto a enamorarse. No quedaba ni una sola melodía en su lista de reproducción. Toda canción había sido eliminada de su memoria, junto con su rostro, el del ladrón que se había llevado cualquier sonido ligeramente armonioso con su recuerdo.
Todas, hasta aquel día, en que alguien decidió compartir con ella de nuevo su música.

jueves, 25 de agosto de 2011

1 0 0

En esta entrada me gustaría que los protagonistas fuerais vosotros.
Gracias a todos; gracias por seguirme, por darme ánimos y por hacer que a día de hoy ya sean más de 100 seguidores.
Nunca antes me había detenido para decir lo mucho que agradezco todas las muestras de aprecio que me ofrecéis. Así que, hoy, os pido que me deis consejos, ideas para mantener el blog activo -y atractivo-. Por ejemplo, concursos, reseñas, recomendaciones. ¡Lo que se os ocurra!

Una vez más, gracias.

lunes, 22 de agosto de 2011

Falsos ideales

Estaba perdida en la banalidad, la superficialidad y el egoísmo, sin darse cuenta de que, su espíritu, se consumía día tras día en estas cárceles imaginarias.
Su salvación llegó a manos de un espejo, el día en que se miró en él, y no pudo verse. No reconocía a la joven que la miraba atónita desde el otro lado del cristal; su cara le resultaba familiar, tenían un increíble parecido, de hecho, cualquier persona habría dicho que eran la misma, excepto ella. Bajo toneladas de maquillaje, una ropa excesivamente descarada -nada acorde con su estilo-, pelo teñido según el último grito en moda y una arrogancia repulsiva, pudo hallar un resquicio de su reflejo. Inconscientemente, su respiración se aceleró y comprendió que se había perdido a sí misma. Todo en ella había sido sustituido por falsos ideales.
En el insólito silencio, irrumpió un agudo crujido. El vidrio del espejo se había resquebrajado bajo su puño, pequeños cristalitos escapaban cayendo al suelo con un sonido tintineante, y algo caliente, de consistencia líquida, serpenteaba desde los nudillos hacia la punta de sus dedos. Sabía que al verse la mano, debía haber entrado en pánico ante semejante escena gore, pero no pudo evitar sonreír.
Sangre. Nunca se había sentido tan real como en aquel momento.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Otra historia más de celos y venganza

La sala de baile estaba deslumbrante. Iba a ser una noche preciosa y ella no podía aguardar ni un solo segundo más. Aprovechando el despiste general, la oscuridad y la amplia sombra de un roble, se adentró en el extenso comedor -ahora decorado como sala de baile- por la puerta trasera. Había llegado unos minutos antes de lo previsto e incluso había estado a punto de destrozar su elaborado peinado a modo de diadema trenzada, con el cabello suelto enmarcándole el rostro, al engancharse en una ramita quebradiza.
Corrió a trompicones a través de la sala hacia el reloj dorado del rincón de la escalera, sujetándose el pomposo vestido para no tropezar. Allí, donde debería estar su amado, halló dos cuerpos entregados el uno al otro, consumiéndose en una pasión loca y desenfrenada. De haber sido audible, el sonido atronador de cientos de cristales estallando en ínfimos pedazos, habría invadido la sala; pero el corazón, siempre ha sido, y será, un sufridor silencioso.
Él la vio marchar, creyendo haber hecho lo correcto, aunque en el fondo, la duda reconcomía su conciencia. Aquella misma tarde y la anterior, la había visto en brazos de otro, demasiado cómoda, demasiado tranquila, demasiado feliz.
Si hubiera confiado en ella, esa noche en el baile le habría presentado a su primo, el chico que por las tardes le hacía compañía. Pero claro, de haber sido así, esta no sería otra historia más de celos y venganza.


miércoles, 27 de julio de 2011

Refugio

No hay mejor medicina que sus labios en días grises y enfermizos; el jarabe de sus besos es el mejor remedio contra el mal de amores. Hoy, no pienso moverme de aquí, de mi refugio entre sus brazos y mi reposo en su regazo. Hoy, no me apetece enfrentarme al mundo; hoy, tan solo voy a disfrutar de ti cada segundo.

domingo, 24 de julio de 2011

Si te he visto, no me acuerdo -o eso intento-


Sentí como si pequeños cristalitos helados se depositaran a lo largo de mi piel y, curiosamente, en vez de clavarse, se deslizaran desde el centro de mis piernas y mi espalda hacia la toalla. Con un mohín de enfado, desperté de mi letargo bajo el sol del mediodía y me puse en pie dejando que el agua resbalara hasta acumularse en el suelo.
Al bajar la vista, me percaté de que, junto a mi hamaca, yacía la pelota causante de mi desvelo, la misma que me había salpicado. Me levanté, devolví la pelota al agua con desgana, y como buena actriz, me di la vuelta indignada para buscar un lugar más tranquilo. A pesar de todo, no pude evitar fijarme en el brillante desparpajo y la facilidad para los idiomas de aquel chico que me salpicó. Tampoco pasé por alto su atractivo moreno, ni su traviesa y perfecta sonrisa, que quedaron grabados en mi retina hasta hoy. Jamás admitiría que, en aquel momento, incluso reí para mis adentros.
Nada de eso debió haber ocurrido. Ojalá no hubiera devuelto esa pelota al agua; Ojalá no me hubieras invitado a jugar; Ojalá no me hubieras dejado ganar; Ojalá nunca te hubieras fijado en mí. Así, ahora, al menos no tendría que intentar olvidarte.

jueves, 14 de julio de 2011

Quinto capítulo de "En la Frontera de los Sueños"

«Capítulo IV

V

- ¿Clavel o azucena?
- ¿Eh?
- Son nombres de flores, te preguntaba cuál de las dos prefieres -se explicó Luc.
- Sí, lo sé. Lo que pasa es que no entiendo a qué viene eso ahora.
Hannah estaba completamente desconcertada. Durante todo el trayecto en el todoterreno del padre de Luc, la conversación había sido prácticamente inexistente, nula, y ahora sin embargo parecía interesarse repentinamente por sus gustos en cuanto a flores. Realmente desconcertante, así era Luc para ella. Permaneció callada, escrutando el horizonte dubitativa. Jamás se había fijado en lo hermosa que se veía la bahía al atardecer desde aquella carretera. La silueta de los barcos, que flotaban sobre un mar de tonos violáceos, recortada contra el fondo montañoso, junto con las pequeñas y características casas de madera, eran esa clase de vistas que tenían en ella el mismo efecto que un calmante.
-Azucena. Es mi favorita.
Aquella visión había templado su carácter y le permitía continuar la conversación en un tono más afable. Al parecer Luc se alegraba de aquel cambio en su actitud, pues no había podido evitar mirarla conforme esbozaba una sonrisa suave en sus labios, tan ligera que parecía como si se fuera a esfumar de un momento a otro.
- ¡Lo sabía! -exclamó él.
- ¿Lo sabías? -preguntó Hannah asombrada. Eso era nuevo. La loca que solía espiar a Luc en sueños y que creía saber algo sobre él, era ella, y no al revés.
- Intuición. A veces me resulta complicado entenderte, pero otras... eres como un libro abierto -dice con aire relajado mientras asiente lentamente.

En cuanto Hannah creyó que iba a poder zambullirse de nuevo en el turbulento mundo de sus pensamientos, un cambio en la trayectoria habitual de camino a su casa la alarmó.
- ¿A dónde vas? Tenías que haber seguido por la carretera.
- Es un atajo, confía en mí.
¿Que confiara en él? Habría dado su vida por él, pero en aquel instante sabía que ella tenía razón.
- ¿Un atajo adentrándote de nuevo en el pueblo? -hizo una pequeña pausa- ¿No tendrá que ver con ese recado que tenías que hacer no?
Como si no pudiera contener más su mentira piadosa, a Luc se le puso cara de niño. Pero no de un niño cualquiera, sino de uno que sabe que acaba de fastidiarla.
- Puede que te haya tendido una pequeña trampa, pero es que necesitaba tu ayuda.
De pronto Hannah sintió una de las sensaciones más contradictorias que había podido experimentar en su corta vida. Por una parte se sentía engañada, una vez más; al parecer aquel chico no se cansaría jamás de jugar con ella. Sin embargo, había algo en aquella frase que resultaba halagador. "Necesitaba tu ayuda", no cesaba de rumiar el sentido de aquellas palabras y el hecho de que la hubiera elegido a ella, y no a otra. Aquella extraña sensación derivó en ansiedad e impaciencia.
- ¿Y puedo saber para qué?
- En unos segundos lo descubrirás.
El zumbido del motor cesó y el coche se detuvo en una estrecha y mal indicada plaza de aparcamiento. Luc bajó del coche y esperó a que ella hiciera lo mismo. Necesitó impulsarse con un pequeño saltó para bajar del asiento del copiloto, pero en menos de lo que canta un gallo, Hannah se encontraba de pie junto a Luc.
Se dirigían hacia unos peldaños de piedra que conducían hacia lo que en un principio a Hannah se le antojó como una casa antigua cuya entrada era un enorme arco de piedra. Tras subir los escasos peldaños, observó cuán equivocada estaba. Tras el arco, un estrecho pasillo de altos y blancos muros, los introdujo de lleno en la apacible plaza central del pueblo. La gente no caminaba armando alboroto y destrozo, como cabía esperar en una plaza como aquella; al contrario, todo parecía hallarse bajo un transparente velo de paz y armonía, escuchándose tan solo un agradable murmullo de risas y conversaciones alegres. Varios puestos montados sobre el arcaico suelo de piedra y colocados en hileras colmaban la plaza iluminada por los tenues rayos de un sol moribundo. La mayoría de los puestos vendían frutas -incluso de las variedades más exóticas- y verduras, no obstante, también había hueco para elaborados puestos con canastos repletos de especias; otros con apetecibles cestas de golosinas; las preciosas pulseras hechas a mano también tenían su pequeño rincón; inclusive, en uno de los extremos, descansaba bajo la sombra de un toldo un carrito de helados. Pero sin duda, el puesto que destacaba por su vistoso colorido y su gran fachada de vidrio, era el de las flores. Era como un mini-invernadero, en mitad de un mercado.
Sin dudarlo ni un segundo, Luc se dirigió al extremo opuesto de la plaza por medio de los pasillos que formaban la hilera de puestos, directo al invernadero. Hannah avanzaba tras el, siguiéndole los pasos muy de cerca, aunque alguna vez se sorprendió a sí misma deleitándose con el tacto o el intenso aroma de las frutas exóticas. Justo antes de cruzar la puerta del invernadero, se detuvo. Sentía un hormigueo en el estómago, como si hubiera algo que estaba pasando por alto. Finalmente, decidió convencerse a sí misma de que seguramente se debía a que sus tripas le reclamaban a gritos comida.

Bajo el techo de cristal, el calor acumulado a lo largo del día, se hacía pesadamente bochornoso e intensificaba el almibarado aroma que impregnaba la estancia.
- Ahora entiendo a que venían esas preguntas tan raritas -farfulló Hannah.
- Nadie mejor que tú para ayudarme a diseñar un bonito ramo de flores -dijo Luc con una sonrisa.
- Haciéndome la pelota no vas a conseguir que se me pase el cabreo, ¿sabes?. Además, recuerda que esto tan solo es una tregua.
- Nunca lo he tenido más presente.
Antes de que pudieran continuar su charla, una mujer de rasgos indios que debía estar cerca de los cincuenta, se acerca a darles la bienvenida.
- Buenas tardes, ¿O debería decir noches?
- Quizá debería decir noches -sugirió Luc con un tono educado que cautivó en seguida a la mujer.
- ¿En qué puedo ayudarles? -se ofreció esta con una sonrisa.
- Pues verá, me gustaría hacer un bonito ramo de flores.
- Claro, díganme, ¿tenían pensada alguna flor en concreto para su ramo? -la mujer los mira con sus rasgados ojos azabache.
- Por ahora tan solo tenemos claro que queremos ponerle azucenas blancas -respondió Luc mirando a Hannah- ¿no? -ella se limita a asentir y sonreír.
- Corazón inocente.
- ¿Cómo ha dicho?
- Es el significado de las azucenas. Corazón inocente. Si así lo quiere puedo decirle el de cualquier otra flor.
Inconscientemente, Hannah llevó la mano hacia su corazón. Como si acabaran de quitarle una oscura venda de los ojos, apreció que realmente podía identificarse con su flor favorita. ¿Cuántas veces había sido engañada y sufrido en exceso por los demás? Ella entregaba todo su ser, todo lo que ella era, a quiénes decidían otorgarle cierta complicidad y confianza.
Paseaba por los estrechos y húmedos pasillos, buscando algo para el ramo que llamara su atención. En un rincón, algo tapada por flores más voluminosas, se escondía una flor de tallo largo y peludo, blanca, pero su aspecto era demasiado rústico y soso como para poder incluirla en el ramo. Se agachó para poder observarla más de cerca y apartó con delicadeza el resto de las flores.
- Esa es una amapola blanca. Tiene que ver mucho con el tema de los sueños.
He ahí la razón por la que tenía tan fuerte atracción sobre Hannah. Antes de volverse de nuevo hacia Luc, la mujer le guiñó un ojo a Hannah, pero fue tan rápido, que no podía estar segura de ello.
- ¿Qué más me aconsejas, Hannah? ¿Has visto algo que te guste? -le preguntó Luc asomando su cabeza por encima de la mujer india.
Justo en ese mismo instante, los ojos de Hannah fueron a parar sobre una flor lila de aspecto pomposo que conseguiría romper con la monotonía del ramo. Se acercó al cubo que contenía las flores y leyó el cartelito verde botella en letras blancas que indicaba su nombre.
- ¿Te gustan estos crisantemos? ¡Quedarían genial para el ramo! -exclamó indicándole que se acercara para poder verlos de cerca.
- De acuerdo, me gusta la idea. ¿Esta flor también tiene significado? -preguntó al tiempo que se volvía de cara a la señora.
- Bueno, el crisantemo morado en sí, no tiene un significado especial. Pero lo que son los crisantemos en general, suelen tener que ver con el amor, cualquier tipo de amor. -No quedándose contenta con su explicación, la mujer le preguntó- sea quien sea quien reciba este ramo, debe ser muy especial, ¿No es así?
La pregunta pilló a Luc y a Hannah desprevenidos. Hannah no se había parado a pensar en ello, pero ahora sentía una gran curiosidad acerca del desconocido destinatario del ramo. Luc, simplemente no se esperaba una pregunta así, tan directa. Se le ablandó la sonrisa al pensar en quien fuera el futuro dueño de aquellas flores.
- Es... una amiga, muy especial -se limitó a contestar.
De pronto el hormigueo que Hannah había sentido al entrar, volvió a hacer acto de presencia, pero este no tardó en transformarse en algo mucho más pesado que le oprimía el estómago y tiraba de ella hacia abajo. Ahora entendía todas aquellas frases tan dulces que Luc le había dedicado: "Necesitaba tu ayuda", "Nadie mejor que tú para ayudarme". Todo cobraba sentido a raíz de su última frase. Y es que, ¿Quién mejor si no que Hannah para elegir un ramo de flores para la que se supone que es su mejor amiga, Alessia?
Se sentía utilizada y estúpida, ya que habían acordado una tregua que él parecía haberse negado a cumplir. Oyó a Luc preguntar algo sobre unas margaritas y no quiso saber nada más acerca del resto, así que dejó que lentamente la conversación se desvaneciera en sus oídos para volver a oír la voz tosca de su cerebro gritándole "Te lo advertí". Su vínculo con la azucena, jamás había sido mayor que en ese instante. Se veía como una azucena vulnerable a merced del viento.
No podía saber cuanto tiempo había permanecido de pie, con la mirada ausente, esperando a que Luc pagara. En cuanto oyó el tintineo de las monedas, volvió de golpe a la realidad. Por fin.
Ella ahora tan solo quería regresar a casa, y cuanto antes.

jueves, 7 de julio de 2011

Se busca médico para perra verde


Tienes la lengua verde.
Verde pantano; fétida y oscura, como el olor a podredumbre de las mentiras.
Verde reptil; bífida y afilada, dispuesta a descuartizar a base de críticas.
Verde esmeralda; dura y fría, con aires de superioridad y dotes de grandeza.
Verde lima; ácida y agria, tanto que cuando te muerdes, estoy segura de que arrugas la cara.
Niña, ¿pero no te has dado cuenta? Tú lo que necesitas es un buen médico. Un médico que te cure todo ese odio que llevas dentro.

domingo, 3 de julio de 2011

Rumor de mil gaviotas al volar

El rumor del vuelo de las gaviotas en este día de suave brisa y lánguidos nubarrones grises, se asemeja al aleteo de tu corazón. Te observo desde mi esquinita, cobijada bajo el único árbol en muchos metros a la redonda. Cruzo los dedos tras la espalda, pidiendo al cielo que el amor no se interponga en nuestro camino, para que los incautos de nuestros amigos sigan bromeando acerca de nosotros, y así, nos ríamos a su vez de sus insensateces -"¿Nosotros, juntos?, ¿pero qué mosca les ha picado?"-. Por último, obviando tu sonrisa, pido también que el aleteo de tu corazón, no sea más que eso, un sonido agradable que se asemeja al rumor del vuelo de las gaviotas.

jueves, 30 de junio de 2011

Sin importancia

Ella, amante de las despedidas y los besos fugaces, temblando de ira derramó parte de la taza de leche del desayuno sobre el escritorio y alguna carta de amor sin importancia. Bueno, quiero decir, sin importancia ahora que todo había acabado.

miércoles, 15 de junio de 2011

2 AM



El reloj de la pintoresca mesita de noche daba las 2 de la madrugada.
El molesto pitido de la alarma que sonaba cada hora aguzó su insomnio, aunque lo cierto es que por aquel entonces ya había asumido que aquella noche no dormiría más. Escapó al balcón para refugiarse en el silencio de la noche, al menos allí podría aliviar el inminente calor que se había apoderado de ella, y que tras varias vueltas en la cama, le había sido imposible pasar por alto.
Un mechón color avellana acaricia su tez parda movido por la brisa nocturna del estío. Se estremece en un escalofrío de añoranza, sintiendo en su piel el tiempo que hacía desde que alguien por última vez la tocó con suavidad y ternura, mientras pronunciaba su nombre como la más fina seda, haciéndola sentir querida.
No entendía bien el porqué, pero aquella noche su cuerpo le gritaba al oído que lo necesitaba a su lado, más que nunca. Pero su corazón, se había cansado de preguntar a la luna y las estrellas en su nombre, "¿Quién serás amor, y dónde estarás esta noche?". Era un monólogo sin fin y sin respuesta.

domingo, 12 de junio de 2011

There's this thing about me, that I may have not told you



Una melodía mística y abrumadora de fondo, los sentimientos fundiéndose con el dulce compás de las notas suaves y lastimeras de un piano. Tarde en calma de un verano anticipado.
Me descalzo y cruzo las piernas sobre el asiento. Otra de mis manías. Manías a las que espero que no te acostumbres. Y es que soy así, inevitablemente huidiza, de naturaleza esquiva, efímera. Me desvanezco ante el primer atisbo de promesas.
Inhalo profusamente el aire viciado de mi alrededor, e inspiro tan hondo, que me duele. Me duele casi tanto como tener que apartarte de mí, por mi irremediable ansia de libertad.
No te acostumbres al roce de mi piel, ni a mis besos, no intentes ponerle nombre a mi locura, ni registres mis gestos en tu memoria y por supuesto olvídate de los cuentos de hadas, porque en cuanto creas que soy tuya, ya habré volado lejos.

lunes, 6 de junio de 2011

The pursuit of happiness

No era de esas que adoraban la soledad, pero sí le gustaba pasar largos ratos a solas.
Y en una de esas tardes encerrada en sí misma, tumbada en la cama con los pies en la almohada, bocarriba, pretendiendo leer un libro, se sintió feliz. Y así, por fin lo entendió, y abrió los ojos.
La felicidad radica en nosotros, tan solo debemos tener el valor de perseguir nuestros sueños. Pero sobre todo, jamás debemos olvidarnos de ser nosotros mismos.

martes, 17 de mayo de 2011

No eres perfeccionista, estás obsesionado


Cuentan de ella que ansiaba la perfección más que nada. Que se hundía y se machacaba, y en el tiempo tenía las esperanzas depositadas. Y era eso lo único que hacía, esperar a un futuro que jamás parecía anunciar su llegada. Pero cuentan también, que sus ojos hinchados y su frágil piel de porcelana, fueron un día como flores de mayo y agua de abril.
Y que por no ceder en su empeño, a la flor más bonita del jardín, la vida le quedó por vivir.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Afraid to fall

De placeres prohibidos el mundo está lleno

No hace falta llegar a lo alto del árbol para coger la manzana más jugosa, pero es que hay un pequeño problema del que jamás te he hablado. Cuando la ambición me ciega, no soy capaz de ver más que la única inasequible de las manzanas, y lo peor, es que tengo miedo a las alturas.

martes, 10 de mayo de 2011

Lo que callan las almohadas y nuestros sueños esconden


Otra noche más me recibe el acogedor silencio de mi habitación.
La oscuridad, tan abrumadoramente íntima, tira de los recuerdos -especialmente de los malos- y los acumula en mi garganta, formando ese característico e incómodo nudo.
Miré hacia mi cama, anhelando encontrar algo o a alguien entre sus sábanas. Suspiré y dejé escapar una sonrisa cansada, pensando en lo absurdos que resultaban mis pensamientos.
Como cada día, como cada noche, esa sonrisa se deshizo con la acidez de las primeras lágrimas. A las primeras le siguieron otras, y cada vez más; así, hasta llegar a formar dos ríos en mis mejillas.
-Perdóname almohada, va a ser otra noche pasada por agua -susurré dejando que las palabras se perdieran en la noche.
Después, solo se oyó el sonido apagado de un llanto.

jueves, 5 de mayo de 2011

¿Tú o yo?


La única hoja de un árbol en otoño.
Una nube en el cielo más azul que puedas llegar a imaginar.
Un gato entre una manada de perros.
El humo en el aire.
Un chicle pegado debajo de un banco o una mesa.
Un graffiti en una impecable fachada blanca.
Una abeja en el metro.
Las palabras en un momento intenso.
La maldad en el mundo.
La estupidez en la mente humana.
¿Que qué tienen en común todos ellos?
Sobran.

sábado, 23 de abril de 2011

Farewell

El sol ya se despide;
los ribetes de oro en el agua cristalina,
las gaviotas regresando a sus guaridas,
y yo, que no sé si es de noche o de día.
El rítmico vaivén de las olas,
con sus caricias mojadas me transportan.
Lejos, muy lejos, ¡Qué más da el destino!
voy a la deriva en el mar del olvido.

martes, 19 de abril de 2011

Cuarto capítulo de "En la Frontera de los Sueños"

« Capítulo III

IV

Sentía el calor del sol pellizcando sus hombros y descendiendo por la nuca hacia el centro de su espalda. Un segundo más tarde, solo siente frío. Un frío estimulante y renovador que activa la circulación de su sangre y le hace dar una fuerte brazada hacia la superficie para recuperar oxígeno. Fuera del agua, Iris aún se debatía con las olas de la orilla. Hannah alza los pies sobre el fondo arenoso y se mantiene a flote agitando las piernas en pequeños movimientos concéntricos, mientras observa a su amiga exasperada. Su delgado y pequeño cuerpo parecía mucho más indefenso en cuanto las olas arremetían bruscamente contra Iris, y esta se abrazaba con más fuerza si cabe, contrayendo sus enormes e inocentes ojos verdes.
- Dios mío Iris, si te paras donde rompen las olas es obvio que te vas a mojar, y de una manera mucho más desagradable que si te metieras de golpe como te he dicho. Acelera y entra ya, que tampoco está tan fría.
Algo sorprendida por la intensidad con la que Hannah había soltado aquellas palabras, se apresuró a adentrarse un poco más hacia una zona donde el mar alcanzaba sus costillas. Incluso así, aún se tomó su tiempo para terminar de remojarse. Ninguna de las dos había vuelto a hablar; una porque estaba demasiado ensimismada en sus pensamientos y la otra porque no comprendía a qué se debía el cambio en la actitud de su amiga.
- Hannah... ¿te pasa algo? -preguntó al cabo de unos segundos Iris posando la mano con lentitud sobre su hombro, como si tuviera miedo de asustarla y que esta echara a correr.
Bajo su mano, Hannah se estremeció al contacto, pero no hizo nada para evitarlo.
- No, nada en absoluto, ¿por qué?
- Es que no suele ser normal este comportamiento en ti, no sé. Siempre has sido muy alegre y durante el día de hoy te he notado bastante... -se detuvo un segundo buscando la palabra adecuada- apagada.
Perdida y acorralada, Hannah dirige una mirada furtiva hacia la arena, al lugar exacto donde Alessia reposaba entre los brazos de Luc. Segundos más tarde cae en la cuenta de su error -craso error-, pero ya es demasiado tarde para corregirlo. Iris, guiándose por la trayectoria que habían descrito sus ojos, confirmó sus sospechas. Al no recibir respuesta a su comentario, volvió a zambullirse una última vez bajo las aguas puras y cristalinas de aquella playa y tomó a Hannah por la muñeca, arrastrándola tras de sí.
- Ven, creo que necesitamos hablar lejos de todos.

Bordeando la orilla, se deslizan con cuidado de no ser vistas hacia un pequeño rincón en el extremo este de la playa, donde el paisaje adquiere un aspecto más tropical, con sus tonos cálidos interrumpidos por el verde brillante de las palmeras y el sobrecogedor e intenso azul del mar. Iris comprueba que no les han seguido la pista y se sienta entre sol y sombra en la orilla. Hannah simplemente la imita.
- Bueno, sin rodeos, ¿a ti te gusta Luc verdad? -dijo esbozando esa sonrisa inquisidora y traviesa tan suya.
- ¡Pero qué dices! ¿Te has vuelto loca? -se apresuró a añadir Hannah.
Otro gran error. La manera brusca y tajante en la que se había desecho de la pregunta, delataba su mentira. Incluso su voz pareció temblar con la última palabra pronunciada, como si todo su nerviosismo amenazase con escaparse de un momento a otro si continuaba hablando.
- ¡Oh, vamos! Admítelo, te gusta un poco.
- No. Nada.
- Hannah... -dijo ladeando ligeramente la cabeza y haciendo un mohín de cansancio, como si supiera de sobra lo que iba a pasar a continuación.
- Bueno, el chico tiene su encanto, pero ¿qué más da eso? -se encoge de hombros- ¿acaso tiene que gustarme solo porque sea guapo?
Iris se detuvo un instante, muy seria. En cuanto creyó haber hallado la respuesta en la mirada incomprensible de su amiga, su dulce inocencia desapareció de golpe.
- ¿Es por Alessia? ¿No te atreves a decir que sí, por si yo se lo contara a ella?
El silencio reinó en el ambiente. Sin embargo, en la cabeza de Hannah las dudas bullían sin cesar. Sus labios se habían sellado. Pegados por una fina pero firme capa de incertidumbre. Eran tantas vacilaciones por segundo, que no estaba segura de poder hallar una respuesta adecuada en aquel instante.
- Si es por eso, créeme, que no deberías tener ningún problema en admitirlo, jamás se lo diría a nadie. Además, ella no merece estar con él -insistió Iris.
- ¿A qué viene eso ahora Iris? No intentes hacerme sentir bien inculpando a Alessia, porque no pienso permitírtelo -le reprendió con cierto tono de reproche. Pero este desapareció en cuanto comenzó a inquietarse por la trascendencia de aquellas palabras-. De todos modos, ¿se puede saber a qué te refieres? -preguntó Hannah con interés renovado por aquel tema. Alzó una ceja sin saber como encajar aquel comentario.
Sin embargo la respuesta a sus preguntas nunca llegó.
Iris clavó su mirada en algún punto por encima de sus cabezas, tras Hannah. Su gesto se dulcificó en una fracción de segundo. Nadie podría haber sospechado siquiera qué habían hecho en aquel rato a solas.
- ¿Heeeyyy, sigues ahí? Estoy esperando a que...
- Por fin les encuentro -interrumpió una voz grave-. Alessia y yo llevamos un rato buscándoles. ¿Qué hacen aquí?
Esa voz. En una milésima, comenzando por el cuello y extendiéndose por sus brazos, un escalofrío azotó el cuerpo de Hannah. A pesar de estar de espaldas a él, podría haber reconocido esa voz incluso a kilómetros. Se había detenido justo a tiempo, justo antes de que Luc pudiera oír algo.
Iris, que no había perdido la calma, supo reaccionar con total normalidad en el momento adecuado, en vista de que Hannah había quedado helada por el susto.
- Estábamos descansando a la sombra un rato. El sol está dando muy fuerte ahora y como no tenemos sombrilla, pues recurrimos a la sombra natural que es mejor -dijo hablando atropelladamente, con su habitual tono alegre y charlatán.
- Pues precisamente como es mediodía teníamos pensado ir a comer algo ahora -dijo Luc. Por suerte no parecía haber oído nada.
- ¡Pues ustedes dos guarden el sitio que voy corriendo con Alessia a por la comida! -se puso de pie en un salto- ¡Ni se les ocurra moverse de ahí que en seguida volvemos!
En cuanto Hannah entendió lo que pretendía Iris, le lanzó una mirada fulminante, de esas que matan.
- Yo también quiero ir -replicó Hannah poniéndose en pie-. Me apetece pedir algo diferente.
- Es igual, ¡te pediré algo rico! -exclamó Iris.
Antes de que Hannah tuviera tiempo para contestar, le sacó la lengua y salió disparada hacia el lugar donde se suponía que la esperaba Alessia.
Ahora, definitivamente, estaban solos.
Incluso estando de espaldas a él, Hannah podía percibir con perfecta claridad su presencia. Hasta habría podido trazar mentalmente su figura en el lugar exacto donde se hallaba. Sentía como cada minúsculo grano de arena se revolvía y vibraba bajo sus pies, conforme unos pasos que a ella le parecieron irritantes debido a su excesiva tranquilidad, se acercaban; sentía una intensa calidez en la nuca, que trató de aliviar colocando su mano todavía húmeda sobre ella, aunque sabía que esto no serviría de nada mientras él mantuviera su mirada anclada en la dorada playa de su espalda.
- ¿Sigues molesta por lo que dije esta mañana? -su voz sonaba suave, intrigada y quizá escondiera incluso un ligero matiz de culpa.
- Quizás -respondió Hannah de manera escueta, repleta de orgullo. Probablemente aquello la hubiera hecho enfadar, pero se preguntaba si realmente aquel era el motivo por el cual se había disgustado tan amargamente.
- Tan solo estaba bromeando, ¿no pensarás que lo decía en serio no?
- Pues bien que te reístes en su momento.
- Pensé que no te lo ibas a tomar tan a pecho -declaró descendiendo la voz.
En vista de que Hannah no tenía intención de darse la vuelta y su respuesta tardaba en llegar, en aquel mismo instante, Luc tomó su mano y con un rápido y grácil movimiento, la giró, obligándola a mirarle a los ojos. Ella, mantenía el gesto torcido y disgustado, pero, estaban tan cerca, que sus suplicantes ojos castaños le jugaron una mala pasada. De pronto, se sintió mareada y confusa, notó como todas sus ideas se arremolinaban formando una densa y oscura maraña. Le era imposible enfrentarse a él.
- Suéltame -sentenció finalmente con la mirada clavada en sus manos entrelazadas.
- Solo si me perdonas.
- ¡Te he dicho que me sueltes! -exclamó tironeando esta vez, sin éxito.
- Te repito que te lo estás tomando muy en serio. Te he pedido perdón. Sé que hemos empezado con mal pie pero...
- Por favor... -le interrumpió Hannah, mirándole directamente a los ojos- Déjalo ya. Olvídalo.
Al entender que no tenía nada que hacer, dándose por vencido, Luc concibió una sonrisa afligida y abrió su mano como una tierna y fresca flor que se abre a la primavera, dejando resbalar lentamente entre sus dedos la mano de ella.
- Será mejor que vaya a por las toallas y nuestras cosas -prosiguió Luc como si nada acabara de ocurrir-, no vaya a ser que nos las quiten.
Dicho esto, echó a andar sin esperar respuesta.


Hannah no tuvo que esperar demasiado. Unos cinco minutos después, llegaron casi a la vez las chicas y Luc; este último parecía más serio que antes, aunque no tardó en demostrar lo contrario. La comida resultó ser algo tensa y mucho más pesada de lo que hubieran deseado, aunque quizá no para Alessia, que no paraba de parlotear. En cuanto terminaron su improvisado almuerzo, se tumbaron al sol para reposar la comida, y alguno de ellos para descansar la mente también.
El resto de la tarde transcurrió entre chapuzones, pequeñas charlas, algún chiste y mucho sol.
Tan solo cuando el sol lamía las aguas, dándoles un tono anaranjado, consideraron regresar a casa.
- Ha sido un bonito día -exclamó Alessia mientras plegaba su toalla, ya relativamente limpia de arena.
- ¡Ya lo creo! Y más teniendo a nuestra Hannah de vuelta -se empeñó en repetir Iris.
Los cumplidos eran algo a lo que Hannah no estaba del todo acostumbrada y que le costaba asimilar. Nunca sabía como actuar ante ellos, por lo que casi siempre optaba por esbozar una sonrisa tímida y agradecida.
- Sí, ha sido un gran día, pero me temo que tengo que ponerle fin aquí si no quiero que mis padres se enfaden aún más. -miró de reojo a Luc esperando que no hiciera de nuevo alguna estupidez, pero este se mantenía alejado del grupo, ocupado todavía en la tediosa tarea de recoger.
- Es verdad -rió Alessia tontamente- ¿no prefieres que te acompañemos por si te pierdes de nuevo? por suerte está Luc aquí para llevarte a casa -estalló en carcajadas. Sus intenciones no eran limpias y todos eran conscientes de ello.
- Bueno, creo que debemos irnos ya Alessia -indicó Iris poniendo los ojos en blanco, dándole a entender lo inoportuno que había sido su comentario- por mucho que vivamos cerca se nos va a hacer tarde si seguimos de cháchara -tiró de su brazo conforme avanzaba en dirección a su casa.
- ¡Espera, espera! -Alessia corrió hacia su novio y le plantó un beso en los labios con tal pasión que Iris tuvo que volver a separarlos- ¡conduce con cuidado amor! ¡Ya hablamos luego!
Otra punzada de dolor en el pecho de Hannah. Era confusamente devastador y lacerante verlos juntos. Su vista se nubló por unos instantes, pero consiguió recomponerse en cuanto sus amigas se despedían, y, con una débil sacudida de su mano, les dijo adiós.
- Bueno, creo que me voy yo también... Adiós -alicaída, Hannah fue arrastrándose hacia la avenida, sin ni siquiera esperar una respuesta.
- ¿Quieres que te lleve? Me queda de paso -lo dijo con una serenidad arrolladora.
No. No era un sueño, realmente Luc le había propuesto llevarla en coche hasta su casa. En su coche. Apreció los intensos latidos de su corazón, como si mil caballos desbocados corrieran al galope en su interior, y se odió a sí misma, por ser incapaz de enfadarse con él y alejarse de su imantadora presencia. Sin embargo, tenía que negarse, no sabía cómo, pero no podía volver a caer.
- No te preocupes, además, seguro que tienes algo que hacer.
- Pues es verdad, ahora que lo dices, sí que tengo algo que hacer. Pero me pilla de camino a tu casa. ¿Estás segura de que no quieres que te lleve?
Si acepta, volverá a caer. Si se niega, no podrá dormir esa noche, ni las siguientes.
-Supongo que mis padres se quedarán más tranquilos si llego antes, aunque no sé si les hará mucha gracia que regrese con un desconocido.
Con una tímida sonrisa por parte de él, se resquebraja el hielo y se derriten los glaciares. Regresa la primavera al corazón de Hanna.
Tan solo ahora que sentía florecer en su pecho la esperanza, y ahora que lo sentía estallar en un sinfín de emociones, piensa que quizás sea cierto eso que dicen, eso de que la primavera, la sangre altera.



Capítulo V»

jueves, 14 de abril de 2011

Someday he'll fall for her smile just as hard as she fell for his


Por fin estaban solos los dos.
Él, reposaba el peso de su cuerpo sobre sus brazos, apoyados en el borde de la mesa. La suave curva de su espalda reclinada sobre el libro podía percibirse con claridad bajo la fina camiseta de manga corta. Su ceja alzada y las mandíbulas apretadas mostraban la terrible frustración que se apoderaba de él en aquellos momentos.
Ella, estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la silla, concentrada memorizando cada detalle de su cuerpo, una materia bastante más fácil que la que él estudiaba en aquel instante. Embebida en los dos lunares de su cuello, ni percibió que él había girado su rostro hacia ella y la había pillado mirándolo.
- No sabía que los examenes de matemáticas te pusieran tan contenta.
+ Y de hecho, no es que me pongan muy contenta.
- ¿Entonces por qué estás sonriendo?
+ Es mi manera de mantener la calma. Al menos yo no me pongo histérica como otros.
Inevitablemente él tambíen se contagía de aquella sonrisa.
Lo que nunca sabría, era la verdadera razón de su comportamiento. Sonreía con la esperanza de que él estuviera mirando, no para que la viera feliz como él segundos antes había imaginado, sino para que, quizás así, tan solo quizás, él se enamorara tan locamente de su sonrisa, como ella se había enamorado de la suya.

domingo, 3 de abril de 2011

Metamorfosis

Completamente desconcertada, una mariposa atigrada bate débilmente sus alas en un frustrado intento por huir de su jaula de cristal. Se debate por no correr la misma suerte que alguna de sus compañeras que yacen acostadas, habiendo sucumbido a un sueño letal.
Entro en la cocina en busca de algo que llevarme a la boca ya que mi estómago lleva un tiempo dando la lata. Al pasar junto a la oscura mesa de roble, mis ojos perciben un ligero movimiento difuminado. Con curiosidad me giro y voy hacia el objeto de mi inquietud.
Alzo el bote de cristal y lo examino desde distintos ángulos mientras me pregunto quien habrá encerrado allí a esas pobres criaturas. Cuál fue mi sorpresa al poner en libertad a tan hermosos seres y observar como una mariposa atigrada -la única entre un grupo de mariposas blancas- se agitaba en el aire, alzándose lentamente hasta alcanzar mis labios, posándose suavemente en ellos. Sobrecogida, me quedo inmóvil hasta que la mariposa toma rumbo a la ventana, como sus compañeras supervivientes.
Casi sin darme cuenta me llevo la mano hasta mi boca y acaricio con suavidad el labio inferior. Sopesando los cientos de leyendas que había leído acerca de estos seres, pude entender lo que aquello había significado. Aquella mariposa me había elegido.
Mis días se habían convertido en rutina y aquella dulce criatura de los cielos me había incitado, más bien retado, a cambiar.
La metamorfosis no había hecho más que comenzar.

jueves, 17 de marzo de 2011

3er Capítulo de "En la Frontera de los Sueños"

« Capítulo II


III

Hacía tiempo que el firmamento no presumía de una noche como aquella, haciendo gala de su oscuro vestido de brillantes.
Durante el trayecto de vuelta a casa en el todoterreno del padre de Luc, Hannah sentía como sus ojos cansados se cerraban reclamando a gritos recuperar las horas de sueño perdido que las lágrimas le habían robado. De algún modo, halló las fuerzas para mantenerse despierta, cabeceando cada cierto tiempo, pero siempre recuperando la compostura. Y es que, ¿cómo iba a dormirse con él a su lado? Ya tendría tiempo para dormir más adelante.
No habría podido decir cuanto tiempo había transcurrido en cuanto el coche se detuvo. Apesadumbrada y confusa se baja del jeep ayudada por Luc y se mantiene a su lado, silenciosa, observando a sus padres acercarse preocupados preguntando por su estado, manoseándola y finalmente riñéndola por aquella muestra de pasotismo y lo que para ellos podría denominarse inmadurez, en cuanto el alivio comienza a apoderarse de sus mentes. Ahora los escucha de fondo murmurando con el señor Daniels acerca de lo ocurrido, el cual trata de calmarlos en vano. En su indiferencia de pronto surge una inquietud.
- ¿Sueles salir por el pueblo durante el verano Luc?
- Lo justo, como ves, todo me queda un poco lejos, pero aún así me paso casi a diario.
Ella asiente algo más aliviada, con esperanzas renovadas de verlo de nuevo en lo que queda de verano. Él saca algo de su bolsillo y se apoya contra el cristal del vehículo. Finaliza su tarea y vuelve a girarse hacia ella, entregándole un papelito con letra temblorosa y descuidada.
- Aquí tienes.
- ¿Qué es esto? -pregunta confusa.
- Mi móvil y el número de mi casa, para lo que te haga falta.
- Vaya, muchas gracias.
La cadencia de su voz suena carente de emoción, monótona, seca. De hecho, aquellas fueron las últimas palabras que cruzaron aquella noche antes de despedirse. La conexión que había parecido surgir entre ellos unos minutos antes en el porche de la casa de Luc se había esfumado sin dejar rastro. Ni los hechos, ni las palabras quisieron desvelar la incertidumbre que inundaba sus corazones. ¿Volverían a verse?


El refulgente y cargante sol de la mañana no da un respiro. Hannah y Alessia salen de su cafetería -aquella tan especial para ellas- ambas con un batido en la mano, de cookies el de Alessia y de mango el de Hannah, terminando su rápido desayuno. Caminan por las calles exteriores del pueblo, las que conducen a la playa. Giran a la izquiera dos veces más y de pronto se intensifica exageradamente la iluminación del lugar. Están en la avenida, a escasos pasos de la arena, aunque continúan su charla andando junto a los chiringuitos y puestos playeros.
Hannah se gira con una amplia sonrisa en el rostro hacia Alessia, que la mira con sus enormes ojos verdes y sonríe también.
- Bueno, parece que hoy va a ser otro de esos perfectos días de playa.
- De los mejores, encargado por mí exclusivamente para celebrar tu regreso al pueblo este verano.
- ¿Solo por ti? ¿Y el resto qué, les doy igual? -Hannah pone su mejor cara de perrito apaleado. Seguidamente, ambas ríen al unísono- bueno, y hablando de los demás, ¿con quiénes hemos quedado hoy?
Alessia remueve lo que queda del batido y antes de contestar, da un último sorbo limpiando el fondo del vaso. Con cuidado de no tocar los bordes de la papelera y mancharse, deposita el batido en ella. Medita unos instantes haciendo ver que trata de recordar con cuantos cuentan para la ocasión.
- Pues no quería que viniera hoy demasiada gente, así que creo que tan solo estamos tú, Iris, yo y mi novio. Ya mañana veremos al resto. Tampoco quiero agobiarte demasiado que sé que ayer no fue uno de tus mejores días, ahora me contarás por qué, tu madre no quiso darnos demasiados detalles.
- Espera, espera, no tan deprisa. ¿Te has echado novio y no me lo has dicho?
- Quería que fuera una sorpresa.
- Pero... ¡Serás boba! -Hannah se abalanza sobre la morena y esta trata de escapar de ella entre risas. Cesa en su persecución y se centra de nuevo en el tema- ¡Ahora tengo que prepararme en escasos minutos para no meter la pata y caerle bien!
- Tú tranquila que la que le tiene que gustar soy yo, no tú -sonríe de lado y la mira de reojo en una actitud cortante, pero bromista.
- Va a ser eso entonces.
- ¿Va a ser qué?
- Que tienes miedo de que te quite el novio -a duras penas contiene la risa.
- ¡Qué dices! ¡Deja que te coja y verás! -ahora es Alessia la que corre tras Hannah tratando de alcanzarla.
Sus pies deben frenarse casi al instante de empezar a correr debido a la visión de dos perfiles familiares que escrutan constantemente la avenida desde la arena de la playa en busca de alguien. Ese alguien eran ellas.
Al no sentir tras ella las pisadas de su amiga, Hannah se detiene y retrocede varios pasos. Sigue a Alessia que se abre paso a través de la avenida con avidez y paso ligero. Al pisar la arena alza la vista, curiosa y expectante, con ansias de conocer al nuevo fichaje de su amiga. Un escalofrío recorre su cuerpo y hiela todos y cada uno de sus músculos, anclándola a la tibia arena, que todavía conserva algo del fresco de la madrugada.
Alessia mientras tanto, continúa aproximándose a ellos con paso resuelto y provocador. Primero saluda a Iris con un rápido beso, casi sin mirarla. Después centra toda su atención en aquel chico rubio de intensos ojos marrones. Se contonea exageradamente en aquellos dos escasos pasos hacia él, lentamente alza sus brazos y rodea su nuca atrayéndolo hacia sí para finalizar atrapando sus labios en un beso.



Aquel beso es como un bofetón para Hannah, que vuelve de golpe a la realidad. Camina hacia su amiga pensando en él. Finge y viste su rostro con la mejor de sus sonrisas para abrazar a Iris y saludarla como se merece. De algún modo, el abrazo de Iris y su calurosa bienvenida le han dado algo de fuerza, aunque quizá no la necesaria para enfrentarse a él. No, no todavía. Teme oír su voz, teme reconocerla.
- Vaya, no esperaba verte tan pronto de nuevo -dice Luc con una sonrisa sincera y transparente acercándose a ella.
- Lo mismo digo -asiente Hannah con tono apagado y tímido, recibiendo un beso en la mejilla.
- Pero, ¿Ya os conocíais? -Alessia no cabe en su asombro e Iris parece estar en una situación similar.
Luc se adelanta y explica su inusual encuentro.
- Lo cierto es que sí. Ayer mismo tuve que llevarla de vuelta a su casa. Se perdió por el bosque y parecía algo afectada...
- Querrás decir desubicada, no conozco el lugar -le corrige Hannah, en una actitud defensiva- Además según él nos conocemos desde antes.
- ¡Así que eso es lo que te pasó ayer! -exclama Iris- estábamos todas preocupadísimas por ti. Con razón tu madre prefirió no darnos detalles, para no demostrar que a su hija se le va la pinza.
Todos ríen con ganas excepto Hannah, a quien la broma no parece gustarle mucho a juzgar por su expresión. Sonríe forzosamente un segundo y se gira de manera brusca de camino a la orilla, hundiendo pesadamente los pies con cada pisada. Se pregunta porqué le habrá dolido tanto que Luc y Alessia estén juntos. Ninguno de los dos tiene culpa de nada, de hecho, hacen una pareja perfecta; aún así no puede evitar sentirse traicionada al verlos. Suspira resignada ante el largo y duro día que le espera.

Capítulo IV »

miércoles, 9 de marzo de 2011

Regreso a la primavera


Podrás ser frío como el invierno,
pero nunca marchitará mi primavera.
Que tus gestos son de hielo
y mis besos son de fresa,
que tu sol es de poniente
y el mío es de naciente,
que no soy lo que tú quisieres
pero que aún así me quieres.
A mis tierras la nieve ya no afecta;
germinarán flores en las veredas,
trinarán los ruiseñores
y la vida hará gala de su belleza.
Sin embargo, sufro por la tuya probreza.
¿Qué será de ti sin la flor de la cereza?
¿Y quién endulzará tu vida
si no es la miel de las abejas?
La vida sigue y atrás te quedas.
Tan solo espero que algún año
vuelvas a vivir conmigo la primavera.



lunes, 7 de marzo de 2011

Universo en expansión

Un nuevo Big Bang, un nuevo comienzo.
Sentimientos en explosión expandiéndose en un universo infinito, sin límites, aparentemente.
Y así debe seguir hasta que la última de las estrellas de este cielo muera, caso imposible.
Se debatirán los sentimientos, surgirán batallas y grandes pérdidas, pero mientras brille un astro en el espacio, luchará este universo con su último aliento si es necesario.
Habrán nuevos comienzos, pero no le hables de futuro a alguien que al alzar la vista observa un cosmos cuyos cuerpos celestes viven en el pasado.

jueves, 3 de marzo de 2011

domingo, 20 de febrero de 2011

Need an urgent remedy for this illness



"Ayuda, necesito un remedio"
Así rezaba el cartel que un joven sostenía entre sus manos, apoyado en el escaparate de una tienda de una de las calles más transitadas de la ciudad. No tenía el aspecto de alguien que precisa de ayuda. Aún así, una señora se acerca con cierta curiosidad a este y le pregunta amablemente.
- Joven, ¿Qué es lo que te pasa? Parece que estás muy bien provisto -echándole una mirada mal disimulada de arriba abajo- ¿Estás enfermo acaso?
- Más o menos señora.
- ¿Y qué es lo que necesitas? ¿Dinero, un medicamento, un tratamiento...?
- No, no. No me refiero a esa clase de enfermedad, es casi una adicción. Busco algo mucho más simple que eso. Necesito un remedio que me ayude a desengancharme de ella. Tan solo dígame que hay mundo detrás del misterio de sus ojos, del sol de su sonrisa, del delirio de sus besos.
>>Recuérdeme que existe algo detrás de esta locura, y solo entonces, tan solo si aquello que me ofrece es ínfimamente comparable con ella, dejaré su droga, esa misma que me está consumiendo lentamente. Deme un remedio antes de que sea demasiado tarde.
La señora lo mira con sus ojos arrugados y sabios, algo humedecidos debido a la emoción y la lástima.
- Lo siento joven, creo que ya eres un adicto.

sábado, 19 de febrero de 2011

Glimmering eyes

Otra vez ese incómodo hormigueo que finaliza en un escalofrío.
Retira bruscamente la mirada de él y vuelve a buscar la de su amiga, que por alguna extraña razón la mira con lástima y compasión. Probablemente haya notado su gesto de dolor, aunque prefiere evitar preguntarle. El silencio se rompe inevitablemente con verdades que cortan como navajas afiladas, que no soporta oir, pero que sin embargo le son imposibles de negar.
- Debes de quererlo mucho.
Silencio de nuevo. No sabe como escapar, está acorralada.
+ No sé a qué te refieres.
- Deja de fingir, acabo de ver tu cara hace tan solo unos segundos.
+ Si hubieras visto como la miraba entonces entenderías el porqué de mi cara. Jamás vi que a nadie se le encendieran los ojos como una noche de estrellas. Jamás hasta ahora.
- Entonces es verdad que te gusta.
+ No lo sé, creo que más bien lo odio. Tan solo puedo decirte que me hace daño, mucho daño.