Descripción blog

Un lugar donde las palabras fluyen como el agua de una fuente,
donde los recuerdos cobran vida,
donde los sueños se hacen realidad.
Bienvenido a mi mundo.
Adela
contador de visitas

sábado, 23 de abril de 2011

Farewell

El sol ya se despide;
los ribetes de oro en el agua cristalina,
las gaviotas regresando a sus guaridas,
y yo, que no sé si es de noche o de día.
El rítmico vaivén de las olas,
con sus caricias mojadas me transportan.
Lejos, muy lejos, ¡Qué más da el destino!
voy a la deriva en el mar del olvido.

martes, 19 de abril de 2011

Cuarto capítulo de "En la Frontera de los Sueños"

« Capítulo III

IV

Sentía el calor del sol pellizcando sus hombros y descendiendo por la nuca hacia el centro de su espalda. Un segundo más tarde, solo siente frío. Un frío estimulante y renovador que activa la circulación de su sangre y le hace dar una fuerte brazada hacia la superficie para recuperar oxígeno. Fuera del agua, Iris aún se debatía con las olas de la orilla. Hannah alza los pies sobre el fondo arenoso y se mantiene a flote agitando las piernas en pequeños movimientos concéntricos, mientras observa a su amiga exasperada. Su delgado y pequeño cuerpo parecía mucho más indefenso en cuanto las olas arremetían bruscamente contra Iris, y esta se abrazaba con más fuerza si cabe, contrayendo sus enormes e inocentes ojos verdes.
- Dios mío Iris, si te paras donde rompen las olas es obvio que te vas a mojar, y de una manera mucho más desagradable que si te metieras de golpe como te he dicho. Acelera y entra ya, que tampoco está tan fría.
Algo sorprendida por la intensidad con la que Hannah había soltado aquellas palabras, se apresuró a adentrarse un poco más hacia una zona donde el mar alcanzaba sus costillas. Incluso así, aún se tomó su tiempo para terminar de remojarse. Ninguna de las dos había vuelto a hablar; una porque estaba demasiado ensimismada en sus pensamientos y la otra porque no comprendía a qué se debía el cambio en la actitud de su amiga.
- Hannah... ¿te pasa algo? -preguntó al cabo de unos segundos Iris posando la mano con lentitud sobre su hombro, como si tuviera miedo de asustarla y que esta echara a correr.
Bajo su mano, Hannah se estremeció al contacto, pero no hizo nada para evitarlo.
- No, nada en absoluto, ¿por qué?
- Es que no suele ser normal este comportamiento en ti, no sé. Siempre has sido muy alegre y durante el día de hoy te he notado bastante... -se detuvo un segundo buscando la palabra adecuada- apagada.
Perdida y acorralada, Hannah dirige una mirada furtiva hacia la arena, al lugar exacto donde Alessia reposaba entre los brazos de Luc. Segundos más tarde cae en la cuenta de su error -craso error-, pero ya es demasiado tarde para corregirlo. Iris, guiándose por la trayectoria que habían descrito sus ojos, confirmó sus sospechas. Al no recibir respuesta a su comentario, volvió a zambullirse una última vez bajo las aguas puras y cristalinas de aquella playa y tomó a Hannah por la muñeca, arrastrándola tras de sí.
- Ven, creo que necesitamos hablar lejos de todos.

Bordeando la orilla, se deslizan con cuidado de no ser vistas hacia un pequeño rincón en el extremo este de la playa, donde el paisaje adquiere un aspecto más tropical, con sus tonos cálidos interrumpidos por el verde brillante de las palmeras y el sobrecogedor e intenso azul del mar. Iris comprueba que no les han seguido la pista y se sienta entre sol y sombra en la orilla. Hannah simplemente la imita.
- Bueno, sin rodeos, ¿a ti te gusta Luc verdad? -dijo esbozando esa sonrisa inquisidora y traviesa tan suya.
- ¡Pero qué dices! ¿Te has vuelto loca? -se apresuró a añadir Hannah.
Otro gran error. La manera brusca y tajante en la que se había desecho de la pregunta, delataba su mentira. Incluso su voz pareció temblar con la última palabra pronunciada, como si todo su nerviosismo amenazase con escaparse de un momento a otro si continuaba hablando.
- ¡Oh, vamos! Admítelo, te gusta un poco.
- No. Nada.
- Hannah... -dijo ladeando ligeramente la cabeza y haciendo un mohín de cansancio, como si supiera de sobra lo que iba a pasar a continuación.
- Bueno, el chico tiene su encanto, pero ¿qué más da eso? -se encoge de hombros- ¿acaso tiene que gustarme solo porque sea guapo?
Iris se detuvo un instante, muy seria. En cuanto creyó haber hallado la respuesta en la mirada incomprensible de su amiga, su dulce inocencia desapareció de golpe.
- ¿Es por Alessia? ¿No te atreves a decir que sí, por si yo se lo contara a ella?
El silencio reinó en el ambiente. Sin embargo, en la cabeza de Hannah las dudas bullían sin cesar. Sus labios se habían sellado. Pegados por una fina pero firme capa de incertidumbre. Eran tantas vacilaciones por segundo, que no estaba segura de poder hallar una respuesta adecuada en aquel instante.
- Si es por eso, créeme, que no deberías tener ningún problema en admitirlo, jamás se lo diría a nadie. Además, ella no merece estar con él -insistió Iris.
- ¿A qué viene eso ahora Iris? No intentes hacerme sentir bien inculpando a Alessia, porque no pienso permitírtelo -le reprendió con cierto tono de reproche. Pero este desapareció en cuanto comenzó a inquietarse por la trascendencia de aquellas palabras-. De todos modos, ¿se puede saber a qué te refieres? -preguntó Hannah con interés renovado por aquel tema. Alzó una ceja sin saber como encajar aquel comentario.
Sin embargo la respuesta a sus preguntas nunca llegó.
Iris clavó su mirada en algún punto por encima de sus cabezas, tras Hannah. Su gesto se dulcificó en una fracción de segundo. Nadie podría haber sospechado siquiera qué habían hecho en aquel rato a solas.
- ¿Heeeyyy, sigues ahí? Estoy esperando a que...
- Por fin les encuentro -interrumpió una voz grave-. Alessia y yo llevamos un rato buscándoles. ¿Qué hacen aquí?
Esa voz. En una milésima, comenzando por el cuello y extendiéndose por sus brazos, un escalofrío azotó el cuerpo de Hannah. A pesar de estar de espaldas a él, podría haber reconocido esa voz incluso a kilómetros. Se había detenido justo a tiempo, justo antes de que Luc pudiera oír algo.
Iris, que no había perdido la calma, supo reaccionar con total normalidad en el momento adecuado, en vista de que Hannah había quedado helada por el susto.
- Estábamos descansando a la sombra un rato. El sol está dando muy fuerte ahora y como no tenemos sombrilla, pues recurrimos a la sombra natural que es mejor -dijo hablando atropelladamente, con su habitual tono alegre y charlatán.
- Pues precisamente como es mediodía teníamos pensado ir a comer algo ahora -dijo Luc. Por suerte no parecía haber oído nada.
- ¡Pues ustedes dos guarden el sitio que voy corriendo con Alessia a por la comida! -se puso de pie en un salto- ¡Ni se les ocurra moverse de ahí que en seguida volvemos!
En cuanto Hannah entendió lo que pretendía Iris, le lanzó una mirada fulminante, de esas que matan.
- Yo también quiero ir -replicó Hannah poniéndose en pie-. Me apetece pedir algo diferente.
- Es igual, ¡te pediré algo rico! -exclamó Iris.
Antes de que Hannah tuviera tiempo para contestar, le sacó la lengua y salió disparada hacia el lugar donde se suponía que la esperaba Alessia.
Ahora, definitivamente, estaban solos.
Incluso estando de espaldas a él, Hannah podía percibir con perfecta claridad su presencia. Hasta habría podido trazar mentalmente su figura en el lugar exacto donde se hallaba. Sentía como cada minúsculo grano de arena se revolvía y vibraba bajo sus pies, conforme unos pasos que a ella le parecieron irritantes debido a su excesiva tranquilidad, se acercaban; sentía una intensa calidez en la nuca, que trató de aliviar colocando su mano todavía húmeda sobre ella, aunque sabía que esto no serviría de nada mientras él mantuviera su mirada anclada en la dorada playa de su espalda.
- ¿Sigues molesta por lo que dije esta mañana? -su voz sonaba suave, intrigada y quizá escondiera incluso un ligero matiz de culpa.
- Quizás -respondió Hannah de manera escueta, repleta de orgullo. Probablemente aquello la hubiera hecho enfadar, pero se preguntaba si realmente aquel era el motivo por el cual se había disgustado tan amargamente.
- Tan solo estaba bromeando, ¿no pensarás que lo decía en serio no?
- Pues bien que te reístes en su momento.
- Pensé que no te lo ibas a tomar tan a pecho -declaró descendiendo la voz.
En vista de que Hannah no tenía intención de darse la vuelta y su respuesta tardaba en llegar, en aquel mismo instante, Luc tomó su mano y con un rápido y grácil movimiento, la giró, obligándola a mirarle a los ojos. Ella, mantenía el gesto torcido y disgustado, pero, estaban tan cerca, que sus suplicantes ojos castaños le jugaron una mala pasada. De pronto, se sintió mareada y confusa, notó como todas sus ideas se arremolinaban formando una densa y oscura maraña. Le era imposible enfrentarse a él.
- Suéltame -sentenció finalmente con la mirada clavada en sus manos entrelazadas.
- Solo si me perdonas.
- ¡Te he dicho que me sueltes! -exclamó tironeando esta vez, sin éxito.
- Te repito que te lo estás tomando muy en serio. Te he pedido perdón. Sé que hemos empezado con mal pie pero...
- Por favor... -le interrumpió Hannah, mirándole directamente a los ojos- Déjalo ya. Olvídalo.
Al entender que no tenía nada que hacer, dándose por vencido, Luc concibió una sonrisa afligida y abrió su mano como una tierna y fresca flor que se abre a la primavera, dejando resbalar lentamente entre sus dedos la mano de ella.
- Será mejor que vaya a por las toallas y nuestras cosas -prosiguió Luc como si nada acabara de ocurrir-, no vaya a ser que nos las quiten.
Dicho esto, echó a andar sin esperar respuesta.


Hannah no tuvo que esperar demasiado. Unos cinco minutos después, llegaron casi a la vez las chicas y Luc; este último parecía más serio que antes, aunque no tardó en demostrar lo contrario. La comida resultó ser algo tensa y mucho más pesada de lo que hubieran deseado, aunque quizá no para Alessia, que no paraba de parlotear. En cuanto terminaron su improvisado almuerzo, se tumbaron al sol para reposar la comida, y alguno de ellos para descansar la mente también.
El resto de la tarde transcurrió entre chapuzones, pequeñas charlas, algún chiste y mucho sol.
Tan solo cuando el sol lamía las aguas, dándoles un tono anaranjado, consideraron regresar a casa.
- Ha sido un bonito día -exclamó Alessia mientras plegaba su toalla, ya relativamente limpia de arena.
- ¡Ya lo creo! Y más teniendo a nuestra Hannah de vuelta -se empeñó en repetir Iris.
Los cumplidos eran algo a lo que Hannah no estaba del todo acostumbrada y que le costaba asimilar. Nunca sabía como actuar ante ellos, por lo que casi siempre optaba por esbozar una sonrisa tímida y agradecida.
- Sí, ha sido un gran día, pero me temo que tengo que ponerle fin aquí si no quiero que mis padres se enfaden aún más. -miró de reojo a Luc esperando que no hiciera de nuevo alguna estupidez, pero este se mantenía alejado del grupo, ocupado todavía en la tediosa tarea de recoger.
- Es verdad -rió Alessia tontamente- ¿no prefieres que te acompañemos por si te pierdes de nuevo? por suerte está Luc aquí para llevarte a casa -estalló en carcajadas. Sus intenciones no eran limpias y todos eran conscientes de ello.
- Bueno, creo que debemos irnos ya Alessia -indicó Iris poniendo los ojos en blanco, dándole a entender lo inoportuno que había sido su comentario- por mucho que vivamos cerca se nos va a hacer tarde si seguimos de cháchara -tiró de su brazo conforme avanzaba en dirección a su casa.
- ¡Espera, espera! -Alessia corrió hacia su novio y le plantó un beso en los labios con tal pasión que Iris tuvo que volver a separarlos- ¡conduce con cuidado amor! ¡Ya hablamos luego!
Otra punzada de dolor en el pecho de Hannah. Era confusamente devastador y lacerante verlos juntos. Su vista se nubló por unos instantes, pero consiguió recomponerse en cuanto sus amigas se despedían, y, con una débil sacudida de su mano, les dijo adiós.
- Bueno, creo que me voy yo también... Adiós -alicaída, Hannah fue arrastrándose hacia la avenida, sin ni siquiera esperar una respuesta.
- ¿Quieres que te lleve? Me queda de paso -lo dijo con una serenidad arrolladora.
No. No era un sueño, realmente Luc le había propuesto llevarla en coche hasta su casa. En su coche. Apreció los intensos latidos de su corazón, como si mil caballos desbocados corrieran al galope en su interior, y se odió a sí misma, por ser incapaz de enfadarse con él y alejarse de su imantadora presencia. Sin embargo, tenía que negarse, no sabía cómo, pero no podía volver a caer.
- No te preocupes, además, seguro que tienes algo que hacer.
- Pues es verdad, ahora que lo dices, sí que tengo algo que hacer. Pero me pilla de camino a tu casa. ¿Estás segura de que no quieres que te lleve?
Si acepta, volverá a caer. Si se niega, no podrá dormir esa noche, ni las siguientes.
-Supongo que mis padres se quedarán más tranquilos si llego antes, aunque no sé si les hará mucha gracia que regrese con un desconocido.
Con una tímida sonrisa por parte de él, se resquebraja el hielo y se derriten los glaciares. Regresa la primavera al corazón de Hanna.
Tan solo ahora que sentía florecer en su pecho la esperanza, y ahora que lo sentía estallar en un sinfín de emociones, piensa que quizás sea cierto eso que dicen, eso de que la primavera, la sangre altera.



Capítulo V»

jueves, 14 de abril de 2011

Someday he'll fall for her smile just as hard as she fell for his


Por fin estaban solos los dos.
Él, reposaba el peso de su cuerpo sobre sus brazos, apoyados en el borde de la mesa. La suave curva de su espalda reclinada sobre el libro podía percibirse con claridad bajo la fina camiseta de manga corta. Su ceja alzada y las mandíbulas apretadas mostraban la terrible frustración que se apoderaba de él en aquellos momentos.
Ella, estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la silla, concentrada memorizando cada detalle de su cuerpo, una materia bastante más fácil que la que él estudiaba en aquel instante. Embebida en los dos lunares de su cuello, ni percibió que él había girado su rostro hacia ella y la había pillado mirándolo.
- No sabía que los examenes de matemáticas te pusieran tan contenta.
+ Y de hecho, no es que me pongan muy contenta.
- ¿Entonces por qué estás sonriendo?
+ Es mi manera de mantener la calma. Al menos yo no me pongo histérica como otros.
Inevitablemente él tambíen se contagía de aquella sonrisa.
Lo que nunca sabría, era la verdadera razón de su comportamiento. Sonreía con la esperanza de que él estuviera mirando, no para que la viera feliz como él segundos antes había imaginado, sino para que, quizás así, tan solo quizás, él se enamorara tan locamente de su sonrisa, como ella se había enamorado de la suya.

domingo, 3 de abril de 2011

Metamorfosis

Completamente desconcertada, una mariposa atigrada bate débilmente sus alas en un frustrado intento por huir de su jaula de cristal. Se debate por no correr la misma suerte que alguna de sus compañeras que yacen acostadas, habiendo sucumbido a un sueño letal.
Entro en la cocina en busca de algo que llevarme a la boca ya que mi estómago lleva un tiempo dando la lata. Al pasar junto a la oscura mesa de roble, mis ojos perciben un ligero movimiento difuminado. Con curiosidad me giro y voy hacia el objeto de mi inquietud.
Alzo el bote de cristal y lo examino desde distintos ángulos mientras me pregunto quien habrá encerrado allí a esas pobres criaturas. Cuál fue mi sorpresa al poner en libertad a tan hermosos seres y observar como una mariposa atigrada -la única entre un grupo de mariposas blancas- se agitaba en el aire, alzándose lentamente hasta alcanzar mis labios, posándose suavemente en ellos. Sobrecogida, me quedo inmóvil hasta que la mariposa toma rumbo a la ventana, como sus compañeras supervivientes.
Casi sin darme cuenta me llevo la mano hasta mi boca y acaricio con suavidad el labio inferior. Sopesando los cientos de leyendas que había leído acerca de estos seres, pude entender lo que aquello había significado. Aquella mariposa me había elegido.
Mis días se habían convertido en rutina y aquella dulce criatura de los cielos me había incitado, más bien retado, a cambiar.
La metamorfosis no había hecho más que comenzar.