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Un lugar donde las palabras fluyen como el agua de una fuente,
donde los recuerdos cobran vida,
donde los sueños se hacen realidad.
Bienvenido a mi mundo.
Adela
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sábado, 11 de diciembre de 2010

Segunda parte de "Imagine a life made of what we dream"

« Capítulo I

II

Un rayo de sol travieso se cuela a través de las densas cortinas color púrpura de la habitación de Hannah y se posa directamente sobre sus ojos. Parece como si aquel simple hecho tuviera un propósito oculto, como si la naturaleza se hubiera vuelto en su contra, ya que por mucho que tratara de evitar el haz de luz, la temperatura aumentaba tan solo con el discurrir de los minutos, lo que le hacía imposible permanecer un solo segundo más en aquella cama.


Con increíble buen humor, a pesar de lo poco que soportaba las temperaturas altas, Hannah comienza a despertar. Una sonrisa se dibuja en un perfecto trazo sobre sus labios, su larga melena dorada reposa sobre la almohada como si una suave brisa la hiciera ondear hacia atrás. Sus ojos... ¡ay, sus ojos!. Aunque aún somnolientos, son el reflejo de un alma ilusionada, los ojos de alguien que ha caído en una trampa para ciegos, la del amor. Sus intensos iris celestes se dejan entrever tras sus pestañas enmarañadas, parecen incluso algo más cálidos que de costumbre. Quizá se debiera a aquel extraño brillo que podía percibirse con claridad en su mirada.
Y cómo cambiaron sus ojos en el instante en el que volvió a la realidad. Primero, se contrajeron ligeramente para volver a abrirse alcanzando su máxima amplitud, como un animalito asustado, incapaz de parpadear.
Todo había sido un sueño otra vez. No podía creérselo. Más bien no quería creérselo.
Agarró su almohada, la estrujó contra su cara impidiendo que las lágrimas brotaran de sus ojos y ahogó un grito de rabia. Pataleó, se revolvió entre las sábanas, se sostuvo la cabeza entre las manos aún sin creerse lo ocurrido.
¿Qué clase de tortura se suponía que era aquella? ¿Por qué noche tras noche soñaba con aquel desconocido?¿Y cómo era posible que siempre cayera en la misma trampa? Debía de estarse volviendo loca, y aunque le preocupaba seriamente, nunca nadie más que ella supo de la existencia de aquellos sueños.
Al cabo de un rato consiguió reunir las fuerzas necesarias para alzarse de la cama. Parecía un cuerpo sin alma, sin vida, que se arrastraba a lo largo de la casa en busca de algo que llevarse a la boca. Por suerte no se topó con nadie de camino a la cocina, ni tampoco de vuelta a su cuarto, aunque era algo lógico ya que no debían ser más de las 8 de la mañana.
Al regresar a su pequeña guarida, cerró la puerta tras de sí con más intensidad de la necesaria, haciéndola retumbar ligeramente sin llegar a ser un portazo. Descorrió las cortinas y se dejó inundar por los rayos de aquella radiante mañana de verano, mas un frío latente bajo su piel helaba todo rastro de alegría. Su mirada se había anclado en algún punto en el horizonte, sin embargo ella iba a la deriva en un mar revuelto de caos y confusión.
Hannah, inerte contra la ventana, simplemente estaba ahí.

La mañana se deslizaba lentamente, pero como el tiempo siempre pasa, el mediodía no tardó en llegar. Ahogandóse lentamente en su tristeza, encerrada en su habitación, divisó a sus amigas desde la ventana de la cual no se había movido en toda la mañana. Pudo ver como llamaban a la puerta, oyó a su madre gritando y llamándola, ni siquiera se molestó en contestar. Tan solo dejó que las cosas siguieran su curso, lejos de ella. También pudo ver como sus amigas se marchaban preocupadas por algo que su madre les había dicho. Qué más daba eso ahora, ya se inventaría alguna excusa para explicarles porque no había acudido.

Cerca de las 6 de la tarde, cuando ya no le quedaban lágrimas que llorar, Hannah se viste con desgana. Escoge una blusa de tiros blanca, bastante cómoda y con encaje en la parte trasera, dejando al descubierto parte de su espalda. Unos shorts vaqueros, siempre tan prácticos. Y por último sus sandalias romanas hasta media pierna, color marrón. Se pone frente al espejo y peina su larga cabellera rubia. A cada lado de su melena hace dos finas trenzas que caen confundiéndose con el resto de los mechones dorados. Una vez preparada se dirige al exterior de la casa, evitando los gritos de sus padres que buscan una explicación a su extraño comportamiento, explicación que no reciben.

No muy lejos de su casa, se halla un bosque lleno de vida, exuberante en todas las temporadas del año. Es uno de esos bosques en los cuales a uno le gustaría perderse, por lo que a Hannah le parece una opción realmente seductora, olvidarse de todo perdida en aquel bosque que jamás le habían permitido explorar. Era la mejor opción sin duda.
Conforme avanza, la vegetación se vuelve más copiosa y abundante, el musgo invade los troncos de todos y cada uno de los árboles, incluso los recovecos de las rocas, prueba de que probablemente aquel lugar jamás hubiera visto la luz del sol. De pronto, se topa en el camino con un sendero que parece despejado. Harta de tener que saltar ramas caídas, evitar pantanales y abrirse paso a través de la maleza, decide seguir aquel camino.
Bruscamente desaparece el bosque ante sus ojos cuando ya lleva un rato siguiendo aquella vía; el verdor y su frescura son sustituidos por una cálida pradera dorada repleta de margaritas bajo la luz de un sol que comienza a decir adiós por el oeste. Sus últimos rayos le dan una apariencia de pradera en llamas, preciosa, colorida, ardiente, envuelta en las llamas de un fuego que no quema.

Siente unas ganas locas de correr y volver a ser la niña feliz y despreocupada que rodaba y se revolcaba entre cientos de flores sin importarle si su vestido se manchaba, o si alguien tal vez la estuviera observando. Libre de todas sus ataduras por fin, alza el vuelo y pone rumbo hacia su felicidad; corre ansiosa y deseosa de ser feliz . Baila al compás de una melodía que tan solo ella conoce hasta caer rendida, riendo sin parar y recordando viejos tiempos. Allí tumbada entre cientos de flores cierra los ojos y se deja vencer por el cansancio, olvidándose incluso que tiene una vida por vivir. Tan solo está ella, y lo demás le da igual. O eso cree.

Noche, noche espléndida e inesperada. Un manto de estrellas cubre el cielo, esa noche más iluminado que nunca. Aún cerca de la línea del horizonte se intercalan los tonos cálidos con los violáceos, pero a su alrededor solo distingue los contornos oscuros, y con suerte poco más, de cuanto la rodea. Qué maravillosa visión, piensa.
Sus sentidos adormecidos comienzan a despertar. Un ligero balanceo, eso es lo que percibe la joven a continuación, constante e incesante, molesto al mismo tiempo y aparentemente la causa de su desvelo. Desvía la mirada ligeramente a la derecha, parece haber más luz a su alrededor. Continúa girando su rostro hacia el resplandor y de pronto, como salido de la nada, lo ve, está allí con ella, sosteniendo un farolillo y mirándola. Reconoce sus labios, sus ojos, su pelo... tan cerca de ella, tan real. Sabe que le está hablando, pero ni siquiera lo escucha, tan solo sonríe.
-¿Estás bien? -insiste el muchacho que parece llevar un tiempo llamándola.
Hannah sacude la cabeza alejando el sopor de su mente y se incorpora sobre sus codos, manteniendo el peso de su torso sobre ellos para poder mirarlo más de cerca. Súbitamente su sonrisa desaparece.
- Ya debo estar soñando de nuevo, ¡Dios mío! ¿Pero qué es lo que me pasa últimamente?
- ¿De qué hablas? Debes de haberte dado un golpe o algo, vamos, te llevaré a tu casa. -El joven le tiende su mano para ayudarla a levantar.
- Oye Luc, sé que esto no es real y...
- Espera, ¿Sabes mi nombre? -la interrumpe.
- Pues claro, ¿acaso tu no sabes el mío?
- Sí, pero pensé que no te habrías fijado en mí o que no te acordarías -dijo desviando la mirada al suelo.-
- ¡Eso sí que es divertido! -dice Hannah entre carcajadas- pero si siempre tengo que estar aguantándote en todos estos sueños tan raritos.
- En serio, no sé de que me estás hablando, creo que en vez de llevarte a tu casa te llevaré al médico -dice mientras esboza una sonrisa confundida.
Ella guarda silencio durante varios segundos angustiosos para ambos.
-¿Me estás diciendo que esto es real, está pasando de verdad? ¿Seguro que no estoy soñando? -su voz es apenas audible.
Luc asiente mientras aquella sonrisa suya, cada vez más confundida, se amplía mostrando parte de una fila de dientes blancos y perfectos.
- Claro, ¿Qué iba a ser si no?
- Oh Dios mío... - Hannah trata de ponerse en pie y siente como le fallan las piernas.
Tiembla y no se atreve a mirarlo a la cara, aún no acaba de creerse que realmente está allí con ella.
- ¿Hannah?
Al ver que ni se mueve ni responde, Luc la carga en brazos. Hasta entonces, Hannah ni siquiera se había percatado de la hilera de casas que había a unos 100 metros frente a ellos. La lleva hasta la casa más cercana y la sienta en una silla del porche. Desaparece unos instantes, pero en seguida vuelve con una manta de lana, tan calentita y mullida. Tapa con delicadeza a Hannah y se coloca frente a ella, agachando su rostro y mirándola directamente a los ojos.
- No te muevas, en seguida vengo.
Oye a Luc correr escaleras arriba en el interior de la casa. También lo oye hablar con alguien, debe de ser su padre piensa ella. Ni siquiera era capaz de explicar como había llegado hasta él, el verdadero chico de sus sueños. Oye el ruido de la cafetera o alguna máquina similar. Es todo tan surrealista. Casi sin darse cuenta, vuelve a tenerlo frente a ella, ofreciéndole un chocolate caliente. Qué guapo es.
- Aquí tienes, seguro que te ayudara a entrar en calor. El chocolate siempre le sienta bien a todo el mundo -le acerca la tacita- mi padre está llamando a tu casa, pensé que sería buena idea, así no se preocuparán por ti.
- Gracias -tiende sus manos temblorosas hacia él reclamando su taza y da un pequeño sorbo para comprobar la temperatura de la bebida.
- Bueno, volviendo al tema de antes, entonces dices que sueñas conmigo.
- Yo no he dicho eso -añade apresuradamente Hannah.
- Pero es lo que me has dado a entender -no la va a dejar escabullirse, su sonrisa parece tenir un matiz pícaro ahora.
- Bueno, ¿Y a ti qué te importa? -trata de defenderse ella.
- Pues mucho.
- ¿Ah, sí? ¿Y se puede saber por qué?
- No -niega muy convencido de su respuesta.
- Vamos, tu ya te has reído de mí, también yo me merezco algo de diversión ¿no?
Luc suspira, resignado, traga saliva. Algo había cambiado en él y en su gesto, o eso sugerían sus mandíbulas apretadas.
- Está bien, te va a sonar raro pero... Bueno es igual. El caso, es que nos conocimos hace un par de años, unos amigos nos presentaron, charlamos, pero todo fue muy rápido y tu tuviste que irte. Desde entonces jamás volvimos a saludarnos, tan solo te veía de pasada en el verano, pero... Había algo en ti que me inquietaba. Creo que me gustaste simplemente.
Está vez era real, y como tantas muchas otras veces Hannah sintió como si se derritiera lentamente al oírlo. Ella le sonríe dulcemente.
-¿Sabes?, esta noche ha sucedido un pequeño milagro.
-¿Cuál?
-Por fin mis sueños se han hecho realidad.



Capítulo 3 »

martes, 7 de diciembre de 2010

It seems as if the sun had never shone as bright before

Para alguien que espero que se sienta identificado en cuanto lo lea.

El final del verano se acerca de manera peligrosa. Acechante, a la vuelta de la esquina.
Las noches se alargan, y los días se acortan, y es entonces cuando decidimos aprovechar al máximo lo que queda de nuestras vacaciones.
Tres jovencitas, bien saben lo escaso del tiempo que les queda, por lo cual deciden embarcarse en una nueva aventura hacia lo desconocido y no tan desconocido, con excusa de celebrar el cumpleaños de una de ellas.


8:59

Impacientes, dos amigas miran el reloj continuamente, y en sus caras se denota una expresión de fastidio. Tan solo queda un minuto para que la guagua parta hacia su destino, y están seguras de que no lo logrará. Oyen el rugido del motor al ponerse en marcha, pero también oyen algo más, algo que no consiguen identificar. Plof, plof, plof. Un chancleo y una respiración agitada, bastan para animar los rostros lánguidos de las dos chicas, que corren en compañía de la recién llegada hacia el vehículo a punto de partir. Lo consiguen de milagro.
Tras situarse en los asientos traseros, la joven de cabellos castaños y ondulados, saca un paquete perfectamente envuelto de su maleta.
-¡Felicidades! -dice aún con la respiración agitada, entregándole su regalo.
Desde el asiento más cercano a la ventana, llega una queja.
-Oye, que es de parte de las dos -hace constar la chica de cabello castaño cenizo y algo menos largo y ondulado que el de la anterior.
Entre risas y charlas interminables continúan su viaje, mareando a todo aquel que estuviera cerca durante dos horas, aunque también intrigando a los curiosos con los habituales cotilleos acompañados de originales críticas.


11:12

La mañana resulta terriblemente apetecible. El sol brilla en lo alto del cielo, el mar está en calma y en la arena yacen unas pocas toallas, dejándoles un amplio abánico de posibilidades para elegir donde establecerse. Para colmo, las cosas entre ellas, no pueden ir a mejor.
La sombra que ofrecen las palmeras del extremo derecho de la playa, parece el mejor lugar para situar sus toallas. Fresco y algo apartado del resto. Demasiado tentador como para dejar escapar la oportunidad. Tras colocar las coloridas toallas sobre la arena, tímidamente comienzan a desvestirse y a bañar sus cuerpos en crema, sin saber que alguien las observa desde el mismísimo momento de su llegada.
Unos minutos más tarde, se encuentran felizmente correteando por la orilla, lanzándose agua las unas a las otras, y tratando de ser las últimas en caer. Disfrutan de su compañía, juegan, hablan, nadan, se ahogan, se molestan, toman el sol, se asan, vuelven al agua, se lo pasan de maravilla. A mitad de la mañana, con el mediodía pisándoles los talones, deciden adentrarse un poco más en el mar. Aproximadamente durante una hora, desaparecen de la playa con un llamativo patín de agua, teniendo un rato exclusivamente para ellas y su disfrute en una zona más tranquila y retirada.
Conforme se acercan las horas más calurosas, la estancia en la arena se hace incómoda, pegajosa, agobiante e incluso insoportable, más aún después de una ligera y rápida parada para llenar sus estómagos; la cercanía al mar se hace prácticamente necesaria para ellas. Lo que aún no sabían, eran las consecuencias que aquellos hechos traerían.



15:22
-Por favor, ¿Puedo salir yaaa? ¡Me duele el cuello de estar aquí! -gritaba bajo un enorme montón de arena la joven de cabello castaño cenizo a sus dos amigas, que yacían sentadas en la orilla, a tan solo un metro de ella, dejando que las olas acariciaran sus pies con su tranquilo y rítmico vaivén.
-¡Ay! Claro, con razón, es que se me olvidó ponerte una almohada para tu cuello. Voy a hacerla. -dice retirando un mechón de pelo ondulado de su rostro una de las chicas.
Sus intenciones se vieron mermadas de súbito con el paso de una figura esbelta y de andares decididos frente a ellas. Tras el paso de aquella ligera "brisa marina" que las había dejado sin aliento, las dos muchachas de la orilla se miran.
Silencio, miradas de complicidad, risas.
-¡Hey, hola! que todavía estoy aquí, ¿se acuerdan?
-¡Ay! Sí, sí, es verdad lo sentimos. -ahora ambas corren con nuevas energías para terminar la tarea que ya habían comenzado.
Mientras colocaban la arena mojada bajo el cuello de la joven enterrada, de nuevo, volvieron a verlo. Pero esta vez se percataron de que iba con alguien más, alguien que conseguía pasar totalmente desapercibido al lado de semejante galán.
- ¡Deberían poner más agua, esa arena está muy seca! Y ahí se les quedó un hueco -dijo el chico que lo acompañaba, de baja estatura y figura redondeada, que más tarde terminaría por ser bautizado como "el bola".
- Creo que ya lo habíamos notado pero gracias por el consejo -dijeron ellas riendo.
Varios paseos más por la orilla precedieron a aquel encuentro, hasta que finalmente las chicas decidieron darse un baño. Curiosamente, ese fue el final de los paseos del "galán y su amigo". Para mayor sorpresa de ellas, tras desaparecer unos instantes del panorama, regresaron, aunque más gente los acompañaban ahora.
Como atraídos por un imán, los chicos se acercaban cada vez más a las jovencitas en el agua, hasta que llego tal punto, en el cual ellas, muertas de vergüenza e incertidumbre, decidieron que ya era hora de descansar un rato bajo el sol.
Agobiante y excitante a un mismo tiempo eran los adjetivos que mejor podrían describir aquella persecución. Sí, persecución. Había comenzado a serlo desde que los jóvenes habían situado sus toallas frente a las de ellas y desde que trataban de captar su atención o llamarlas mediante los colores de sus bikinis. Uno de ellos, que ya conocía a las muchachas de antemano, decía los nombres de cada una de ellas y el resto los gritaban con voces absurdas que pretendían hacerlas reir (y normalmente lograban su objetivo).
El grupo pronto comenzó a disolverse. Eran cerca de las 6 de la tarde, y muchos debían volver a sus respectivas casas. Finalmente, tras la gran retirada, solo quedaron el galán, su amigo y el muchacho que ya las conocía.
Se armaron de valor y por fin fueron capaces de establecer una conversación normal (si a eso podía llamársele normal) con ellas.
En cuanto "el galán" se quitó sus gafas, las 3 jovencitas volvieron a mirarse de nuevo. Ni siquiera eran necesarias las palabras para expresar lo que sentían al ver los últimos rayos de sol del día reflejados en sus iris verdosos; en su cabello castaño revuelto debido a la arena y la sal acumulada; en sus músculos de la espalda, ligeramente tensados y marcados...
Tras varias bromas y juegos que implicaban mucha arena y piedras, vieron necesario un último baño, todos juntos esta vez.

20:00
La luz casi se había extinguido en el horizonte y ya hacia varios minutos que habían salido del agua entre temblores y castañeteando los dientes. La escena era bastante cómica. Verlos a todos salir disparados del mar estremeciéndose por la súbita y fresca brisa que los había invadido, lanzándose a por sus toallas mientras trataban de escoger el mejor sitio en las hamacas. Una de las chicas sacó la comida que les había sobrado del mediodía y la colocó sobre una toalla para que, a modo de picnic, pudieran cenar algo. Además cogió también la cámara y revisó las fotos que anteriormente se habían sacado.
-¡POR FAVOR! ¡Miren esto! Salimos horribles, ni se les ocurra mostrar esto a nadie -y así quedarían, tan solo para el recuerdo en álbumes de fotos y recortes, guardadas en secreto.
La comida no duró demasiado y el frío era cada vez más intenso. "El bola" -que así era como lo habían apodado las chicas-, tuvo que marcharse también y aunque no quería despedirse, se le estaba haciendo tarde. El resto de los muchachos se agruparon por parejas.
El galán se tumbó con la cumpleañera, parecían haber intimado con increíble rapidez. Las otras dos chicas se sentaron juntas, pero el glotón -el chico que ya conocían de antemano, se quedó con aquel nombre ya que había arrasado con todos los víveres de los que disponían- consideró oportuno echar a la morenita, arrastrándola del brazo. La pelea estuvo reñida, y ella insistía en quedarse junto a su amiga, pero finalmente y como era de esperar, el forcejeo acabó con la victoria de él. Quizá no significaba nada, pero para ella, había algo en su forma de actuar que la hacía dudar acerca del propósito que "el glotón" buscaba.
Mientras que la "pelea" continuaba entre ellos tres en la arena, el ambiente en la hamaca era mucho más cálido.
La muchacha rubia y "el galán" se habían acomodado bajo una toalla resguardándose del frío de la noche (aunque aún así no se librarían de coger un resfriado). Cada uno agarraba la toalla por un extremo tirando de ella, tapándose y destapando al otro, en un continuo juego. Hicieron un alto el fuego en la batalla de los tirones para pegarse más aun el uno al otro. Él recorría sus piernas deslizando suavemente sus pies descalzos arriba y abajo, como el ir y venir de las olas en la arena. Ella sin embargo, optaba por entrelazar sus pies en su pierna, tratando de robarle algo de calor a su cuerpo. Aquella tregua parecía más bien un tratado de paz, ya que llegados a este punto, "el galán" apoyó su rostro en el hombro de ella, dejándose atrapar por el olor de alguno de sus mechones rubios que le caían sobre los hombros. Ella temía volver la cara hacia él, las dudas la estaban matando y se debatía constantemente entre besarlo o no besarlo.
Sin saber ni cómo, ni de dónde, consiguió reunir las fuerzas necesarias para girar su rostro hacia él, aunque sus fuerzas fueron en vano. "El galán" mantenía sus ojos cerrados, parecía dormido, aunque tan solo trataba de descansar de una larga y dura jornada. Nunca sabría si realmente descansaba o esperaba que algo rozara sus labios.
La chica rubita se sentía engañada, decepcionada e ilusa. Quizá se había hecho demasiadas ilusiones, quizá se hubiera montado películas acerca de una realidad que nunca llegaría a serlo. Sus amigas por el contrario, habían terminado por percatarse y no pensaban de igual modo que ella, de hecho, no sabían que había ocurrido realmente entre ellos, ni lo sabrían hasta pasado aquel día.
Llega la hora de la despedida.
Lentamente, con bastante parsimonia, se levantan cansados, arrastrando sus molidos cuerpos como almas errantes a través de la playa desierta y a oscuras. Caminan hablando de esperanzas de volver a verse en un futuro no muy lejano, del maravilloso día del que habían gozado y bromean, aunque debido al cansancio, las bromas carecen de razón y un mínimo de inteligencia. En el último momento, cuando ya caminaban el último tramo de piedra que los conduciría fuera de aquella playa y lejos de aquel día, la cumpleañera muestra "al galán" algo que le había tomado prestado. Era su gorra. Juró devolvérsela una vez volvieran a verse, asegurándose así de que aquella no fuera la última velada que gozaban juntos.
Cuando las chicas les dan un beso para despedirse, ellos niegan echándose un paso atrás.
-Ah no, no. Aquí se dan dos besos.
Y así cada una fue dando un par de besos a cada chico, con sus diferentes maneras de besar y de despedirse.
Unos minutos más tarde en el coche, cada una miraba hacia el exterior de su ventana, haciendo una selección de los mejores recuerdos vividos en aquel día, recordándolos minuciosamente sin excluir ni un solo detalle para así no poder olvidarlos jamás.
Ansiosas y soñadoras, no veían la hora de volver a aquel pequeño paraíso.
Tan solo con mencionar el nombre de aquel lugar, en los ojos vidriosos de todas, en aquella pequeña luz de la mirada, se podía leer la historia de principio a fin.
Una historia de ilusiones del final de un verano.

sábado, 13 de noviembre de 2010

And I wonder if I ever cross your mind


Perdona si en sueños a mis labios se les escapa tu nombre.
Aunque cuenta con que entre las arrugas de las sábanas se pierda,
y se deslice hacia el abismo del olvido.
Mañana no pienso llevarte conmigo.

Me pregunto si encontraré mi nombre entre tus sábanas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Before I go to sleep, I play all our scenes in my head and then let them go...forever


Y qué difícil era.
Mirar atrás, entre cientos de páginas de recuerdos y saber que ya no está.
Pero prefería pensar que había muerto (y tratar de convencerse de ello) antes que enfrentarse a la realidad de los hechos.
Buscó a tientas la caja de cigarrillos y el mechero sobre la mullida moqueta blanca. Sintió la intensidad de sus sentimientos ascendiendo peligrosamente por su garganta, tratando de escalar hasta sus ojos, pero justo cuando se sentía estallar, una bocanada de humo recorrió sus pulmones, relajándola.
Como cada día, nada más abrir aquel álbum lleno de escritos e instantáneas, volvió a cerrarlo.
Estaba claro que aquello no le hacía ningún bien.
Una vez más, acercó el tabaco a sus labios e inhaló. Conforme sus pensamientos se alejaban perdiéndose en los rincones de aquella habitación, todo parecía volverse más claro.

Sí, definitivamente sería mejor darlo por muerto.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

RUN and don't ever look back


Corría, corría sin descanso, sin rumbo, ni siquiera se había parado a mirar atrás.
La espesa oscuridad de la noche se cernía sobre ella, lo cual reducía inminentemente su campo de visión. Los contornos difusos de los edificios y cuanto la rodeaba, eran su única guía en el camino. Su corazón latía desbocado bajo la piel sonrosada y sudorosa, al mismo ritmo que su respiración agitada, interrumpida cada vez con mayor frecuencia debido a la tos que le provocaba la asfixia.
De pronto comenzó a sentir como las piernas le fallaban, apoyándose inestablemente con cada paso en un suelo irregular que no facilitaba su huida y menos aún el intenso frío que agarrotaba sus músculos.
La impotencia y el miedo se sobreponían ahora al resto de los sentimientos ,y las lágrimas trazaban amplios surcos en sus mejillas, tiznándolas ligeramente con los restos del rímel que poco a poco se desprendía de sus pestañas.
Estaba sola.
Ya no quedaba nadie para ayudarla, todos se habían ido para siempre. Y sabía que pronto ella sucumbiría también, pero no perdía la fe, debía reunir fuerzas y seguir luchando mientras pudiera.
Poco a poco fue haciéndose consciente de su situación. Sola en el mundo. Fue entonces cuando la realidad de los hechos se hizo demasiado dura y sus fuerzas se desmoronaron, haciéndola tropezar y caer.
Sabía que era su fin, y su cuerpo bajo violentos temblores lo demostraba. Pero, ¿Qué sentido tenía seguir viviendo si ya nada le quedaba?
Ahora que sabía lo que le esperaba, no pensaba levantarse.


jueves, 28 de octubre de 2010

Todo y nada


Muchas veces me preguntan acerca de mis fuentes de inspiración a la hora de escribir. Recientemente, me he dado cuenta de que mi principal fuente, la de mayor peso, es la más simple de todas.
Las palabras.


Maleables y deformables a gusto del escritor, se exponen ante nosotros, a disposición de nuestros sentimientos. Aquel que ama las palabras y logra entender su belleza, será capaz de expresar con brillante fluidez y claridad cuanto pase por su mente. Sin embargo, aquel que las mire como un conjunto de signos abstractos y aburridos, necesarios para la propia supervivencia en el día a día e inútiles para absolutamente todo lo demás, pateará las palabras logrando así obtener a cambio un burdo conjunto de ideas unidas las unas a las otras de manera forzada y antinatural, un texto monótono e incluso a veces malsonante.

Aún así, nada me causa mayor asombro que la gran capacidad mimética de las mismas.
A pesar de que cada frase o cada texto tenga marcado su propio significado, queda un amplio margen en el cual entran en juego la imaginación y la propia experiencia de vida. Así pues, lo que para uno puede significar una sonrisa, para otros es llanto.
Otras veces no significan nada, son solo palabras.
En definitiva, las palabras lo son todo y nada.

viernes, 30 de julio de 2010

Yo sé de un lugar, cuyos muros secretos te contarán


Sus pies se deslizan descalzos sobre la pálida superficie marmórea, agrietada y cubierta esporádicamente por la hierba y todo tipo de enredaderas. El paisaje parece estar cubierto por un fino velo de luz de luna, la cual brilla argéntea e imponente sobre el vasto cielo nocturno, iluminando tenuemente todo cuanto su aura toca.
Ella danza deteniéndose en cada pequeño rincón de aquel lugar, extasiada, recordando tantos momentos allí vividos. Acude una noche más a su encuentro, tras la larga espera durante el día.

Las altas y semiderruidas columnas, junto a las níveas esculturas de yeso, cuentan la gloriosa historia de un pueblo cretense, hace siglos abatido, y de su asombrosa sabiduría.
Sin embargo, a ella le susurran una dulce melodía que la sumerge de lleno en el pasado. Puede oírlo y sentirlo a su lado. La respiración agitada contra la piel de su cuello, su voz, firme, susurrando palabras que no significan nada, comparado con los sentimientos, y una única intención. Amar como jamás nadie amó. Eso era lo que los unía a ambos.
Pero no fue hasta que encontró junto a una inscripción en piedra aquella rosa entregándose inocente a los rayos de luna, con sus pétalos rojos, teñidos de sangre y dolor, que recordó cuanto lo echaba de menos.
Ella, se agacha y besa tiernamente el suelo que pisa. Alza la vista al cielo con una sonrisa y jura que pronto estarán juntos otra vez, aunque con una ligera diferencia.

La eternidad.

martes, 13 de julio de 2010

Imagine a life made of what we dream


I

Hannah contempla el sol ponerse desde su ventana, sentada en un pequeño rincón que ha acomodado en el amplio alféizar con varios cojines, ya que últimamente esto parece haberse convertido en costumbre para ella. El intenso naranja de las últimas luces del día, se ve suavizado al encontrarse en la claridad de sus fríos ojos azules, sin embargo, su pelo agradece esos rayos de sol moribundos en la línea del horizonte y brilla. Brilla dorado y reluciente, como el sol de la mañana, casi con más intensidad que la luz de esa tarde condenada a acabar en escasos minutos.
Espera. Espera a ver a su grupo de amigas en aquella idílica ciudad de verano. Tan idílica que incluso a ella, dulce soñadora, le resulta aburrida.
La tarde muere, pero a pesar de ello, el pesado y bochornoso aire se niega a darles un respiro. Parece que va a ser otra de esas noches interminables.

Tan sumergida estaba buceando entre estos pensamientos, que el ruido firme y metálico del timbre, hizo que el corazón le diera un vuelco. Tan pronto como se recupera de ese pequeño susto, estira sus finas y delicadas piernas doradas por el sol, las apoya en el suelo y cruza la habitación en un visto y no visto. Las escaleras no suponen un obstáculo para ella. Liviana como una pluma, casi acariciando los peldaños con la punta de sus pies, se desliza escaleras abajo.
Abre la puerta y recorre en una milésima de segundo los rostros de sus amigas. Felices y preparadas para otra noche juntas.

A partir de este momento, las cosas se suceden rápidas, una tras otra.

Acuden como cada tarde a su encuentro con la cafetería más especial del pueblo. Sus paredes, muebles y cada pequeño detalle, recuerdan a los años 50. Quizá sean las fotos y pósters de la época que empapelan las paredes del local lo que realmente cause esa impresión. Todas piden batidos de distintos y divertidos sabores, como cada tarde, uno distinto. Otra costumbre. El camarero, que ya las conoce bien, se acerca a la mesa y antes de tomar nota, decide charlar un rato con las chicas.
- ¿Qué, descansando para la fiesta de esta noche?
Contesta una chica con aire desenfadado, de pelo corto, desfilado y castaño.
-¿Qué? ¡¿Una fiesta?! No sabiamos nada -resopla molesta- ¡parece mentira que siempre se nos pasen estas cosas!
El camarero ríe y continúa con su explicación.
-Así es, en la playa, vais perfectas para la ocasión. Ni siquiera tendriáis que cambiaros.
Las chicas se miran entre ellas, con complicidad, y se levantan a un mismo tiempo. Pasan desordenadamente junto al camarero y se despiden. Corren excitadas y nerviosas por las calles, como un pequeño tifón que revuelve todo a su paso.

22:07

Hannah por fin siente que empieza a divertirse en aquel lugar. Su cuerpo se mueve bajo el control de la música proviniente de un escenario situado en la arena. Desde que llegaron a aquel lugar, no ha dejado de sentirse nerviosa. Escalofríos recorren su cuerpo cada cierto tiempo y busca algo con la mirada, aunque ni siquiera ella sabe qué. Cuando vuelve a la realidad se incorpora a su grupito y escucha los cotilleos de sus amigas, que por primera vez, le resultan interesantes.
Señalan a un grupito de chicos que parecen conocerlas y las saludan a lo lejos. Ellas se ríen, nerviosas y tímidas, y devuelven el saludo. Pobres ilusas. Hablan en concreto de uno de los chicos, del único que no las ha saludado, pero que parece ser el más guapo por la manera en la que lo describen. Hannah no alcanza a verlo bien, pero puede imaginárselo. Alto, guapo, fuerte, ojos oscuros pero de mirada intensa y rubio cenizo. Por alguna razón aquella descripción le llama demasiado la atención, le suena haber visto a un chico con un aspecto parecido, pero debe ser una casualidad.
Para su sorpresa, en cuanto los chicos se acercan y consigue verlo, una extraña sensación de deja vú la golpea de lleno. Tiene que haberlo visto en alguna parte, juraría que lo conoce, aunque sabe que eso no es cierto. Al alzar la mirada, se encuentra con sus ojos, sonrientes por sí solos y seguros de sí mismo. Parece que se acercara a ella, pero Hannah es incapaz de mirar, y desecha lo que para ella parece una idea descabellada con rapidez y la ayuda de una sonrisa.
Sus amigas, empiezan a presentarla al grupito de chicos recién llegados, pero en cuanto llegan al último, a ese en concreto, no se toman muchas molestias ya que se han dado cuenta de la reacción de ambos al verse. Celosas, los presentan con escasas palabras.
- Hannah este es Luc, Luc esta es...
Para mayor sorpresa de Hannah, él interrumpe el inusual encuentro.
- No es necesario que nos presentes.
Hannah no cabe en su asombro, y las palabras le salen solas, extrañadas y curiosas.
- ¿Nos conocemos?
La sonrisa de Luc es aún mayor, o eso le parece a ella.
- Claro, eres la chica de mis sueños.
Con los ojos vidriosos y la sonrisa blanda, tierna, dulce, Hannah lo entiende todo. Ahora lo recuerda. Él, Luc, es el chico de sus sueños.

Capítulo II »

miércoles, 7 de julio de 2010

Me desayuno tus momentos

Los ojos entrecerrados, aún mecidos por el sueño que poco a poco se evapora a través de las pestañas con cada parpadeo. Me encuentro frente a la nevera abierta, sugiriéndome una buena dosis de rutina: un vaso de leche con cola-cao. No, hoy me apetece algo diferente, hoy me apetece burlarme de ti y desayunarme tus momentos.

Primero, tomaré una taza de chocolate caliente con un ligero toque de crema. Por los comienzos, por los días de amor ardiente, apasionado, sincero; fundidos con momentos dulces, suaves, ligeros e incluso empalagosos.

Sigo rebuscando en los distintos estantes de la nevera algo que se ajuste a lo que busco. Aquí está. Al chocolate, le seguirá un bol de fresas, en memoria de aquellos días de ácidas peleas, miradas y palabras; mezclados con ese refrescante y aún dulce amor de la reconciliación y los días siguientes.

Abro la despensa y saco unas cuantas galletas, aburridas, típicas. ¿Por qué no? Por todos aquellos días de rutina, casi cansinos, que se sucedían unos tras otros. Por las horas al telefono, por los miles de momentos interminables contigo.

Me sobresalta el ruido de la cafetera a mis espaldas. Qué oportuna. Justo lo que me faltaba, un poco de café para despertarme y añadir ese toque amargo a los sueños. Y cierro así mi desayuno, con ese regusto amargo y sobrio de la despedida, del fin del cuento de hadas.

El amor verdadero no se esfuma, ni se desvanece. El amor se renueva con cada nuevo día.

Una pequeña crítica a la manera de amar que tenemos los jóvenes. "Dream as if you'll live forever, live as if you'll die today"

domingo, 13 de junio de 2010

Sweet surrender

Las lágrimas me anegan los ojos hasta desbordarlos, me arden por cada gota que derraman. Cada lágrima es una discusión, una burla, un insulto, un te odio. Y ahí estás tú, intentando perturbar mi calma una vez más, avanzando lentamente hacia mi, como si fueras un cazador tratando de acercarse a un animal salvaje; con tacto y precisión.
Ni siquiera sé por qué dejo que te acerques, quizá estoy cansada de huir. Soy incapaz de mirarte por miedo a enredarme en tus ojos y recorrer en ellos laberintos de recuerdos a tu lado. No, no voy a caer tan fácilmente.
De pronto, impulsado por una pequeña descarga eléctrica cargada de remordimiento, me abrazas. Me abrazas como si fuera la última vez y me susurras al oído un perdón tan sincero y transparente, que pude atrapar en él la esencia de un te quiero.
Desde ese momento en el que tu aliento rozó mi piel, supe que tenía que perdonarte y me rendí a tus brazos y a todas esas jugosas promesas de un futuro mejor.
En mi opinión, fue una dulce manera de rendirse.


sábado, 5 de junio de 2010

Stay cool


Abre el armario y quítale el polvo a esas Ray-ban porque hoy vas a deslumbrar. La razón de mil suspiros cuando te vean pasar. Cálzate esas converse rojas, pisa fuerte, no mires atrás.
Extiende los brazos, despliega las alas de la libertad y vuela allá adonde quieras llegar. Tiembla de emoción, llora de felicidad, no hay sitio para la tristeza allá donde vas.
Cómete el mundo, no pienses qué está bien o qué está mal, hoy no vienes a pensar, hoy vienes a arrasar.

domingo, 30 de mayo de 2010

Simple



Cosas simples que consiguen sacarme una sonrisa.
  • Dar un paseo bajo el tenue resplandor de las estrellas en una noche de verano mientras sigo tarareando esa canción que me recuerda tanto a ti.
  • Ese lazo tan fuerte entre dos personas que se hace visible cada vez que exclaman al unísono una misma frase, eso que llamamos telepatía.
  • Dejar que la lluvia me acoja entre sus millones de partículas de agua mientras me incita a bailar, a correr, a ser libre.
  • La manera en la que suena un perdón sincero.
  • Un abrazo inesperado de la persona menos sospechada.
  • Revolver el pasado a través de fotos hace años olvidadas.
  • Encontrar una nota sobre mi mesa y reconocer tu letra confesándome alguna confidencia.
  • Saber que hay un día más y un alguien para mí.


martes, 25 de mayo de 2010

Overload


En lo más profundo del corazón, tengo una esquinita reservada para las penas y dolores. Para todas aquellas palabras que jamás fueron dirigidas con mala intención, pero que dolieron y callaste; para todas aquellas miradas que nos revuelven el estómago y nos despedazan como a un puzzle; para todas aquellas veces que fuiste ignorado y soportaste el silencio.
Hoy tuve una pesadilla, en la cual sentí como me invadía una sensación nueva, desagradable, que directamente se dirigía hacia esa esquinita y la rebosaba. Miedo, tuve miedo.
Miedo de caer, miedo de ser algo que no soy, miedo a ser todo lo que temo, miedo a llorar, miedo a defraudar, miedo a vivir, miedo a morir...
Me tuve miedo.
Pero lo peor de todo, no fue eso, sino cuando desperté de mi terrible agonía y me di cuenta de que no era una pesadilla.




domingo, 23 de mayo de 2010

Beyond the break



Le hacía tanta gracia la manera en la que el sol arrancaba destellos dorados de mis iris castaños.

Más gracia me hacía a mí la forma en la que se le marcaba la sonrisa, tan perfecta.

Cuando quisimos darnos cuenta nos descubrimos riéndonos el uno del otro, de nuestras pequeñas porciones de perfección, y escribiendo nuestros nombres en la arena, para que así, las olas se llevaran más allá del sol nuestro amor, más alla del horizonte.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Tú y yo en sesenta segundos


1...
El semáforo se pone en rojo. Me apollo en él esperando el verde.
2...
Te paras junto al bordillo de la acera, ansioso por cruzar.
3...
Yo en una acera, tú en frente. Dos mundos.
4...
Me pica la curiosidad, no me resisto, quiero ver quien se esconde al otro lado. Poso mi mirada en ti.
5...
Me encuentro contigo. Presurosa la desvío. Finjo no haberte visto.
6...
Te contagias de esa terrible curiosidad y oteas el horizonte de la acera contraria.
7...
Me ves. Desvías la mirada. Finges no haberme visto.
8...
9...
10...
11...
12...
Casi segura de que no estarás mirando, vuelvo a buscarte.
Como si de un imán se tratara, tu mirada se ve atraída por la mía y te descrubres a ti mismo observándome.
13...
Nuestras pupilas contraídas, en un segundo, se rozan.
14...
Desvío la mirada. Siento la sangre, ardiendo, ascendiendo a una velocidad vertiginosa hasta mi cara.
Tu desvías la mirada, probablemente en mi misma situación.
15...
Me es imposible fingir que no te he visto.
Se te hace un nudo en la garganta.
16...
Espero a que seas tú quien saluda.
Los segundos se nos hacen eternos.
17...
18...
19...
20... (milenios para nosotros)
21...
Coordinados, una vez más, nos miramos. Saludamos y nos reímos.
22...
¿Cómo he podido ser tan tonta?
Preguntas e inseguridades parecidas rondan por tu cabeza.
23...
Seguimos mirándonos con esa sonrisa tonta en la cara.
24...
El tiempo nos ahoga, nos engaña.
25...
Verde.
26...
Pones un pie en el asfalto y comienzas a acercarte sin apartar la vista.
27...
Tardo en reaccionar, pero finalmente te imito.
28...
Nos encontramos en medio del paso de peatones. Nos saludamos como es debido, dos besos.
29...
30...
...
50...
Rojo.
51...
Despreocupados, sin percatarnos del cambio en el semáforo, seguimos hablando.
52...
Varios coches comienzan a pitar. Nos estropean el momento.
53...
Nos despedimos como podemos. Nos sentimos incompletos.
54...
55...
Intercambiamos acera. Ahora yo estoy en tu lugar.
Tú en el mío.
56...
57...
Apenas he avanzado, aún palpo esa agobiante sensación que me impide caminar. Me siento incompleta.
No puedes irte, los coches te han atropellado las palabras y buscas el modo de salvarlas.
58...
Nos volvemos a un mismo tiempo.
59...
Nuestros ojos bastan para entendernos.
"Te quiero, te echaré de menos"
60...
Sonreímos. Sentimos ese vacío desaparecer.

sábado, 8 de mayo de 2010

Love is tickling the soles of my feet


Un día como otro cualquiera, bañado en cálidos abrazos y sonrisas fugaces. Ella camina con descaro y brillante desparpajo, aparentemente segura de sí misma. La gente la mira, los amigos la saludan al pasar; sabe que es muy querida, aunque últimamente le cuesta creérselo. Camina con un punto fijo en su destino. Conforme se acerca a él, su habitual gesto juvenil y alocado se transforma en el rostro más dulce sobre la faz de esta tierra. Va ligera como una pluma y con las emociones haciéndole cosquillas entre los dedos

A pesar de el sol en lo alto cielo, su día lo cubren negros nubarrones que amenazan con descargar toda su furia sobre el desafortunado que ose acercarse demasiado. Él, habitualmente tan amable y jovial, se detiene apesadumbrado junto a la puerta de la clase tras lo que debería haber sido un pequeño pique entre amigos, pero lamentablemente desembocó en una guerra. A lo lejos, ve abrirse paso (más bien, como le abren paso) a su amiga, tan radiante y alegre como siempre, tanto que sin querer lo irrita. Sus nervios a flor de piel, su cuerpo rígido como una tabla.

-¡Dios mío, pero qué cara traes! ¿Te encuentras bien? -ella rompe el hielo con su sonrisa, disfraz de su terrible angustia y preocupación.
-Sí -se limita a contestar él temiendo saltar de un momento a otro.
Ella sonríe aún más ampliamente, como si quisiera abarcar el mundo entero en esa sonrisa.
-Aaah claro, y tú pretendes que yo me trague eso ¿verdad? Pues... -él la interrumpe antes de que ella acabe su frase.
-Empiezo a pensar que tienes serios problemas de sordera. Ya te dije que estoy bien -la mira una última vez ceñudo antes de desviar su mirada. Sabe que su voz ha sonado demasiado fría y cortante, pero en ese momento no le importa. Además, ella ha insistido con su exasperante entusiasmo.
-Ya veo que sí te pasa algo... -no piensa insistir. Seguramente él ahora la consideraría una pesada y una gran molestia. Quiso añadir algo más, pero la vergüenza había consumido todas sus fuerzas, solo podía huir de allí. Así que eso fue lo que hizo.

Él no puede evitar observar la estela que ella dejaba a su paso. Una estela que no correspondía con su carácter, un rastro melancólico de un andar vagabundo. El sentido de culpabilidad comienza a hacer acto de presencia, pero decide mantener un poco más su orgullo. Total, no cree que sea tan importante.
Ella se va fingiendo, como una mala actriz, que no le importa. Esas emociones que antes le hacían cosquillas en los dedos, ahora no son mas que un corazón roto entre sus manos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Lo imposible, no existe



Me abrumó la realidad de sus palabras.

-Es imposible... -le dije.
-Solo es imposible si así lo crees -contestó.

Hasta entonces no había sido capaz de entender por qué se hacen locuras.

Y es que lo imposible, no existe. Tan solo es un "díficil de alcanzar".

lunes, 26 de abril de 2010

Quiero contagiarme de tus ansias de vivir

Esta tarde he vuelto a nuestro rincón, aquel en el que tú me leías poesía, me enseñabas a vivir. Tracé con un dedo en el aire tu figura y me senté junto a su recuerdo para que me contara que fue de ti y de tu sonrisa. El viento juega con mi pelo y me susurra nuestra canción, tal y como tu solías hacer. Todo parece estar en su lugar, cada hoja en su rama, cada rayo de sol en su ventana, cada estrella en tu mirada. ¿Qué fue lo que cambio?¿Por qué tus ojos evitan los míos cuando trato de atraparlos?¿Por qué tu voz tiembla cuando de amor hablas?¿Por qué ibas a pensar que ya no te quiero?...

Quizás, inocente, ciega, sorda; estúpida... no supe entender lo que a gritos me decías.

Y hoy estrechando lo que queda de ti entre mis brazos, pido que vuelvas a leerme aquellas poesías en las tardes infinitas del verano, solo quiero volver a verte y contagiarme de esas ansias tuyas de vivir. Ser lo que un día fuimos y lo que podremos ser... Pero solo será posible si tú vuelves junto a mi.

miércoles, 21 de abril de 2010

Manzana prohibida




Aroma a manzana prohibida,
que trepa anhelante la curva
de tu figura altiva.

Fruto de palabras mudas,
surgió el deseo y la obsesión
cuando mi mirada en la tuya
se posó.

Cual estrella fugaz que rauda
corta el manto de la noche oscura.
Cual mariposa que acaricia
en un suave aleteo tu sonrisa.

Así fue nuestro encuentro para ti.
Sin embargo tus manos dudan
y ansiosas de amor preguntan
que significó para mí.

Pues bien, te diré que ni el sol
brilló en el cielo
como el corazón ardió
en mi pecho.

Te diré que ni
el pájaro entonó
melodía más dulce
que tu voz.

Conté los colores es tus ojos
como cuento los segundos en el tiempo.
Cada detalle guardé con recelo
y lo atesoré con tus recuerdos.
Pero te diré mi vida,
que aún echo de menos
el que fuera nuestro primer beso
y su delirante aroma
a manzana prohibida.


martes, 6 de abril de 2010

Se va contigo


Un escalofrío, que estremece todo mi ser. Sé que algo no va bien y tú me lo dices sin querer. Tus ojos me dicen que ya no quieren mirarme como antes, tus manos no volveran a acariciar mi piel, tu boca no pronunciará mi nombre con la delicadeza y la dulzura con la que se coge a un niño acabado de nacer, y tus labios... jamás volverán a rozar los míos en un suave susurro.

Por fin decides hablar, aunque no pareces tú. No consigo encontrarte en ningún rincón de tu mirada. Esa luz tuya, desapareció, y algo me dice que ya no volverá.
Tus palabras me suenan absurdas, desconocidas, imposibles... todo menos reales. Me pides que te olvide. Preferiría morir antes que vivir en un mundo sin ti. Me pides que seamos solo amigos. Preferiría ser mucho más que eso para ti. Me pides que no te odie. Preferiría hacerlo, aunque sabes que no puedo...
Tú sonríes agradecido, yo sonrío mientras mi esperanza de ser feliz, se va contigo.

viernes, 12 de marzo de 2010

Coffee aroma


Una suave luz ilumina mi habitación. Son los primeros rayos de sol que tímidamente se asoman a mi ventana a darme los buenos días; los mismos que me devuelven la calidez de tus brazos cuando no estás.

Con el pelo revuelto y el corazón encogido en un suspiro, me dirijo a la cocina en un intento inútil por huir de tus fantasmas. El embriagador aroma del café golpea mi mente con tus recuerdos, que luchan por salir a flote. Ahora veo tu mirada clavándose en mis ojos, siento el roce de tu piel, pero sobre todo, recuerdo tu perfume, tu olor, tu aroma; ese que consigue que lo imposible sea posible, que tu recuerdo perviva en el olvido, que desata el deseo y la locura...
Súbitamente vuelvo a la realidad tras un largo sorbo de café. Sonrío, desvarío... No cabe duda alguna: eres mi aroma a café.











miércoles, 3 de marzo de 2010

Princesa ¿Por qué lloras?



Princesa, ¿Por qué lloras?, ¿Acaso no sabes que tus lágrimas son más valiosas que aquel por quien son derramadas?

Princesa: No es eso, es que... Hoy le he vuelto a ver.
¿Entonces, por qué estás triste?

Princesa: Porque no me quiere devolver la llave.
¿Qué llave?
Princesa: La llave de mi corazón...




If I could walk on water, If I could tell you what’s next. Make you believe, make you forget...


domingo, 14 de febrero de 2010

Addiction



Las luces se enredan en sus tacones, el humo danza alrededor de su cuerpo; ella posee al ritmo, por lo tanto, posee todo cuanto al ritmo pertenece. Imposibles movimientos, los labios apretados en una mueca; su objetivo: una mirada.

Su corazón arde en añoranza, e impasible y fría como el hielo, rechaza a los indeseables y a los deseables también. De pronto, él irrumpe en el caos de la noche con su habitual perfección y se acerca a saludarla. El hielo se derrite en un corto beso que roza su mejilla y su insaciable sed aumenta, necesita beber de sus labios; es su droga, es su adicción.
Ella vive para aquel momento, él, aunque en secreto, también. Como dos imanes que se atraen, como el encantador hipnotiza a la serpiente, sus cuerpos se juntan hasta fundirse en uno solo. Aun sin que ninguno de los dos de crédito a lo que ve, sus rostros comienzan a acercarse inconscientemente. La respiración agitada y alguna duda; dos segundos más tarde, sus labios suavemente se juntan y dan lugar a un baile de pasión desenfrenada, que ha sido durante demasiado tiempo contenida.

Una vez la sed saciada, sellan con un último broche el que fuera su primer beso.
Juntos, ahora se entregan al dulce placer del amor.


Todo puede hacerse realidad.




domingo, 7 de febrero de 2010

A ninguna parte

Muchas veces vivimos condicionados por nuestro pasado, atados a él por finos hilos que si no se cortan terminan transformándose en robustas, sólidas y firmes cuerdas que resultan imposibles de desatar o incluso de cortar. Cada vez que uno de esos hilos se rompe, probablemente creemos que nos traicionamos a nosotros mismos, a la persona o al lugar con el que está relacionado ese pequeño pedazo del pasado, con ese recuerdo. El dolor es insoportable en esos instantes, notamos incluso como se desgarra, fibra a fibra, ese hilo imaginario; pero como ya mencioné anteriormente, el dolor no dura para siempre. Y es que no nos damos cuenta de que atados no podemos avanzar y si no avanzamos, no llegamos a ninguna parte.


Por eso, hoy, he decidido dar el último paso hacia mi libertad, volar con nuevas alas y dejar atrás todo aquello que me impedía hacerlo. No es una despedida, pero tómatelo como si lo fuera, porque hoy se desvanecen los barrotes de mi prisión y no pienso volver a ella. CARPE DIEM.