En lo más profundo del corazón, tengo una esquinita reservada para las penas y dolores. Para todas aquellas palabras que jamás fueron dirigidas con mala intención, pero que dolieron y callaste; para todas aquellas miradas que nos revuelven el estómago y nos despedazan como a un puzzle; para todas aquellas veces que fuiste ignorado y soportaste el silencio.
Hoy tuve una pesadilla, en la cual sentí como me invadía una sensación nueva, desagradable, que directamente se dirigía hacia esa esquinita y la rebosaba. Miedo, tuve miedo.
Miedo de caer, miedo de ser algo que no soy, miedo a ser todo lo que temo, miedo a llorar, miedo a defraudar, miedo a vivir, miedo a morir...
Me tuve miedo.
Pero lo peor de todo, no fue eso, sino cuando desperté de mi terrible agonía y me di cuenta de que no era una pesadilla.
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