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Le hacía tanta gracia la manera en la que el sol arrancaba destellos dorados de mis iris castaños.
Más gracia me hacía a mí la forma en la que se le marcaba la sonrisa, tan perfecta.
Cuando quisimos darnos cuenta nos descubrimos riéndonos el uno del otro, de nuestras pequeñas porciones de perfección, y escribiendo nuestros nombres en la arena, para que así, las olas se llevaran más allá del sol nuestro amor, más alla del horizonte.
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