Acuden como cada tarde a su encuentro con la cafetería más especial del pueblo. Sus paredes, muebles y cada pequeño detalle, recuerdan a los años 50. Quizá sean las fotos y pósters de la época que empapelan las paredes del local lo que realmente cause esa impresión. Todas piden batidos de distintos y divertidos sabores, como cada tarde, uno distinto. Otra costumbre. El camarero, que ya las conoce bien, se acerca a la mesa y antes de tomar nota, decide charlar un rato con las chicas.
- ¿Qué, descansando para la fiesta de esta noche?
Contesta una chica con aire desenfadado, de pelo corto, desfilado y castaño.
-¿Qué? ¡¿Una fiesta?! No sabiamos nada -resopla molesta- ¡parece mentira que siempre se nos pasen estas cosas!
El camarero ríe y continúa con su explicación.
-Así es, en la playa, vais perfectas para la ocasión. Ni siquiera tendriáis que cambiaros.
Las chicas se miran entre ellas, con complicidad, y se levantan a un mismo tiempo. Pasan desordenadamente junto al camarero y se despiden. Corren excitadas y nerviosas por las calles, como un pequeño tifón que revuelve todo a su paso.
22:07
Hannah por fin siente que empieza a divertirse en aquel lugar. Su cuerpo se mueve bajo el control de la música proviniente de un escenario situado en la arena. Desde que llegaron a aquel lugar, no ha dejado de sentirse nerviosa. Escalofríos recorren su cuerpo cada cierto tiempo y busca algo con la mirada, aunque ni siquiera ella sabe qué. Cuando vuelve a la realidad se incorpora a su grupito y escucha los cotilleos de sus amigas, que por primera vez, le resultan interesantes.
Señalan a un grupito de chicos que parecen conocerlas y las saludan a lo lejos. Ellas se ríen, nerviosas y tímidas, y devuelven el saludo. Pobres ilusas. Hablan en concreto de uno de los chicos, del único que no las ha saludado, pero que parece ser el más guapo por la manera en la que lo describen. Hannah no alcanza a verlo bien, pero puede imaginárselo. Alto, guapo, fuerte, ojos oscuros pero de mirada intensa y rubio cenizo. Por alguna razón aquella descripción le llama demasiado la atención, le suena haber visto a un chico con un aspecto parecido, pero debe ser una casualidad.
Para su sorpresa, en cuanto los chicos se acercan y consigue verlo, una extraña sensación de deja vú la golpea de lleno. Tiene que haberlo visto en alguna parte, juraría que lo conoce, aunque sabe que eso no es cierto. Al alzar la mirada, se encuentra con sus ojos, sonrientes por sí solos y seguros de sí mismo. Parece que se acercara a ella, pero Hannah es incapaz de mirar, y desecha lo que para ella parece una idea descabellada con rapidez y la ayuda de una sonrisa.
Sus amigas, empiezan a presentarla al grupito de chicos recién llegados, pero en cuanto llegan al último, a ese en concreto, no se toman muchas molestias ya que se han dado cuenta de la reacción de ambos al verse. Celosas, los presentan con escasas palabras.
- Hannah este es Luc, Luc esta es...
Para mayor sorpresa de Hannah, él interrumpe el inusual encuentro.
- No es necesario que nos presentes.
Hannah no cabe en su asombro, y las palabras le salen solas, extrañadas y curiosas.
- ¿Nos conocemos?
La sonrisa de Luc es aún mayor, o eso le parece a ella.
- Claro, eres la chica de mis sueños.
Con los ojos vidriosos y la sonrisa blanda, tierna, dulce, Hannah lo entiende todo. Ahora lo recuerda. Él, Luc, es el chico de sus sueños.