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Un lugar donde las palabras fluyen como el agua de una fuente,
donde los recuerdos cobran vida,
donde los sueños se hacen realidad.
Bienvenido a mi mundo.
Adela
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martes, 7 de diciembre de 2010

It seems as if the sun had never shone as bright before

Para alguien que espero que se sienta identificado en cuanto lo lea.

El final del verano se acerca de manera peligrosa. Acechante, a la vuelta de la esquina.
Las noches se alargan, y los días se acortan, y es entonces cuando decidimos aprovechar al máximo lo que queda de nuestras vacaciones.
Tres jovencitas, bien saben lo escaso del tiempo que les queda, por lo cual deciden embarcarse en una nueva aventura hacia lo desconocido y no tan desconocido, con excusa de celebrar el cumpleaños de una de ellas.


8:59

Impacientes, dos amigas miran el reloj continuamente, y en sus caras se denota una expresión de fastidio. Tan solo queda un minuto para que la guagua parta hacia su destino, y están seguras de que no lo logrará. Oyen el rugido del motor al ponerse en marcha, pero también oyen algo más, algo que no consiguen identificar. Plof, plof, plof. Un chancleo y una respiración agitada, bastan para animar los rostros lánguidos de las dos chicas, que corren en compañía de la recién llegada hacia el vehículo a punto de partir. Lo consiguen de milagro.
Tras situarse en los asientos traseros, la joven de cabellos castaños y ondulados, saca un paquete perfectamente envuelto de su maleta.
-¡Felicidades! -dice aún con la respiración agitada, entregándole su regalo.
Desde el asiento más cercano a la ventana, llega una queja.
-Oye, que es de parte de las dos -hace constar la chica de cabello castaño cenizo y algo menos largo y ondulado que el de la anterior.
Entre risas y charlas interminables continúan su viaje, mareando a todo aquel que estuviera cerca durante dos horas, aunque también intrigando a los curiosos con los habituales cotilleos acompañados de originales críticas.


11:12

La mañana resulta terriblemente apetecible. El sol brilla en lo alto del cielo, el mar está en calma y en la arena yacen unas pocas toallas, dejándoles un amplio abánico de posibilidades para elegir donde establecerse. Para colmo, las cosas entre ellas, no pueden ir a mejor.
La sombra que ofrecen las palmeras del extremo derecho de la playa, parece el mejor lugar para situar sus toallas. Fresco y algo apartado del resto. Demasiado tentador como para dejar escapar la oportunidad. Tras colocar las coloridas toallas sobre la arena, tímidamente comienzan a desvestirse y a bañar sus cuerpos en crema, sin saber que alguien las observa desde el mismísimo momento de su llegada.
Unos minutos más tarde, se encuentran felizmente correteando por la orilla, lanzándose agua las unas a las otras, y tratando de ser las últimas en caer. Disfrutan de su compañía, juegan, hablan, nadan, se ahogan, se molestan, toman el sol, se asan, vuelven al agua, se lo pasan de maravilla. A mitad de la mañana, con el mediodía pisándoles los talones, deciden adentrarse un poco más en el mar. Aproximadamente durante una hora, desaparecen de la playa con un llamativo patín de agua, teniendo un rato exclusivamente para ellas y su disfrute en una zona más tranquila y retirada.
Conforme se acercan las horas más calurosas, la estancia en la arena se hace incómoda, pegajosa, agobiante e incluso insoportable, más aún después de una ligera y rápida parada para llenar sus estómagos; la cercanía al mar se hace prácticamente necesaria para ellas. Lo que aún no sabían, eran las consecuencias que aquellos hechos traerían.



15:22
-Por favor, ¿Puedo salir yaaa? ¡Me duele el cuello de estar aquí! -gritaba bajo un enorme montón de arena la joven de cabello castaño cenizo a sus dos amigas, que yacían sentadas en la orilla, a tan solo un metro de ella, dejando que las olas acariciaran sus pies con su tranquilo y rítmico vaivén.
-¡Ay! Claro, con razón, es que se me olvidó ponerte una almohada para tu cuello. Voy a hacerla. -dice retirando un mechón de pelo ondulado de su rostro una de las chicas.
Sus intenciones se vieron mermadas de súbito con el paso de una figura esbelta y de andares decididos frente a ellas. Tras el paso de aquella ligera "brisa marina" que las había dejado sin aliento, las dos muchachas de la orilla se miran.
Silencio, miradas de complicidad, risas.
-¡Hey, hola! que todavía estoy aquí, ¿se acuerdan?
-¡Ay! Sí, sí, es verdad lo sentimos. -ahora ambas corren con nuevas energías para terminar la tarea que ya habían comenzado.
Mientras colocaban la arena mojada bajo el cuello de la joven enterrada, de nuevo, volvieron a verlo. Pero esta vez se percataron de que iba con alguien más, alguien que conseguía pasar totalmente desapercibido al lado de semejante galán.
- ¡Deberían poner más agua, esa arena está muy seca! Y ahí se les quedó un hueco -dijo el chico que lo acompañaba, de baja estatura y figura redondeada, que más tarde terminaría por ser bautizado como "el bola".
- Creo que ya lo habíamos notado pero gracias por el consejo -dijeron ellas riendo.
Varios paseos más por la orilla precedieron a aquel encuentro, hasta que finalmente las chicas decidieron darse un baño. Curiosamente, ese fue el final de los paseos del "galán y su amigo". Para mayor sorpresa de ellas, tras desaparecer unos instantes del panorama, regresaron, aunque más gente los acompañaban ahora.
Como atraídos por un imán, los chicos se acercaban cada vez más a las jovencitas en el agua, hasta que llego tal punto, en el cual ellas, muertas de vergüenza e incertidumbre, decidieron que ya era hora de descansar un rato bajo el sol.
Agobiante y excitante a un mismo tiempo eran los adjetivos que mejor podrían describir aquella persecución. Sí, persecución. Había comenzado a serlo desde que los jóvenes habían situado sus toallas frente a las de ellas y desde que trataban de captar su atención o llamarlas mediante los colores de sus bikinis. Uno de ellos, que ya conocía a las muchachas de antemano, decía los nombres de cada una de ellas y el resto los gritaban con voces absurdas que pretendían hacerlas reir (y normalmente lograban su objetivo).
El grupo pronto comenzó a disolverse. Eran cerca de las 6 de la tarde, y muchos debían volver a sus respectivas casas. Finalmente, tras la gran retirada, solo quedaron el galán, su amigo y el muchacho que ya las conocía.
Se armaron de valor y por fin fueron capaces de establecer una conversación normal (si a eso podía llamársele normal) con ellas.
En cuanto "el galán" se quitó sus gafas, las 3 jovencitas volvieron a mirarse de nuevo. Ni siquiera eran necesarias las palabras para expresar lo que sentían al ver los últimos rayos de sol del día reflejados en sus iris verdosos; en su cabello castaño revuelto debido a la arena y la sal acumulada; en sus músculos de la espalda, ligeramente tensados y marcados...
Tras varias bromas y juegos que implicaban mucha arena y piedras, vieron necesario un último baño, todos juntos esta vez.

20:00
La luz casi se había extinguido en el horizonte y ya hacia varios minutos que habían salido del agua entre temblores y castañeteando los dientes. La escena era bastante cómica. Verlos a todos salir disparados del mar estremeciéndose por la súbita y fresca brisa que los había invadido, lanzándose a por sus toallas mientras trataban de escoger el mejor sitio en las hamacas. Una de las chicas sacó la comida que les había sobrado del mediodía y la colocó sobre una toalla para que, a modo de picnic, pudieran cenar algo. Además cogió también la cámara y revisó las fotos que anteriormente se habían sacado.
-¡POR FAVOR! ¡Miren esto! Salimos horribles, ni se les ocurra mostrar esto a nadie -y así quedarían, tan solo para el recuerdo en álbumes de fotos y recortes, guardadas en secreto.
La comida no duró demasiado y el frío era cada vez más intenso. "El bola" -que así era como lo habían apodado las chicas-, tuvo que marcharse también y aunque no quería despedirse, se le estaba haciendo tarde. El resto de los muchachos se agruparon por parejas.
El galán se tumbó con la cumpleañera, parecían haber intimado con increíble rapidez. Las otras dos chicas se sentaron juntas, pero el glotón -el chico que ya conocían de antemano, se quedó con aquel nombre ya que había arrasado con todos los víveres de los que disponían- consideró oportuno echar a la morenita, arrastrándola del brazo. La pelea estuvo reñida, y ella insistía en quedarse junto a su amiga, pero finalmente y como era de esperar, el forcejeo acabó con la victoria de él. Quizá no significaba nada, pero para ella, había algo en su forma de actuar que la hacía dudar acerca del propósito que "el glotón" buscaba.
Mientras que la "pelea" continuaba entre ellos tres en la arena, el ambiente en la hamaca era mucho más cálido.
La muchacha rubia y "el galán" se habían acomodado bajo una toalla resguardándose del frío de la noche (aunque aún así no se librarían de coger un resfriado). Cada uno agarraba la toalla por un extremo tirando de ella, tapándose y destapando al otro, en un continuo juego. Hicieron un alto el fuego en la batalla de los tirones para pegarse más aun el uno al otro. Él recorría sus piernas deslizando suavemente sus pies descalzos arriba y abajo, como el ir y venir de las olas en la arena. Ella sin embargo, optaba por entrelazar sus pies en su pierna, tratando de robarle algo de calor a su cuerpo. Aquella tregua parecía más bien un tratado de paz, ya que llegados a este punto, "el galán" apoyó su rostro en el hombro de ella, dejándose atrapar por el olor de alguno de sus mechones rubios que le caían sobre los hombros. Ella temía volver la cara hacia él, las dudas la estaban matando y se debatía constantemente entre besarlo o no besarlo.
Sin saber ni cómo, ni de dónde, consiguió reunir las fuerzas necesarias para girar su rostro hacia él, aunque sus fuerzas fueron en vano. "El galán" mantenía sus ojos cerrados, parecía dormido, aunque tan solo trataba de descansar de una larga y dura jornada. Nunca sabría si realmente descansaba o esperaba que algo rozara sus labios.
La chica rubita se sentía engañada, decepcionada e ilusa. Quizá se había hecho demasiadas ilusiones, quizá se hubiera montado películas acerca de una realidad que nunca llegaría a serlo. Sus amigas por el contrario, habían terminado por percatarse y no pensaban de igual modo que ella, de hecho, no sabían que había ocurrido realmente entre ellos, ni lo sabrían hasta pasado aquel día.
Llega la hora de la despedida.
Lentamente, con bastante parsimonia, se levantan cansados, arrastrando sus molidos cuerpos como almas errantes a través de la playa desierta y a oscuras. Caminan hablando de esperanzas de volver a verse en un futuro no muy lejano, del maravilloso día del que habían gozado y bromean, aunque debido al cansancio, las bromas carecen de razón y un mínimo de inteligencia. En el último momento, cuando ya caminaban el último tramo de piedra que los conduciría fuera de aquella playa y lejos de aquel día, la cumpleañera muestra "al galán" algo que le había tomado prestado. Era su gorra. Juró devolvérsela una vez volvieran a verse, asegurándose así de que aquella no fuera la última velada que gozaban juntos.
Cuando las chicas les dan un beso para despedirse, ellos niegan echándose un paso atrás.
-Ah no, no. Aquí se dan dos besos.
Y así cada una fue dando un par de besos a cada chico, con sus diferentes maneras de besar y de despedirse.
Unos minutos más tarde en el coche, cada una miraba hacia el exterior de su ventana, haciendo una selección de los mejores recuerdos vividos en aquel día, recordándolos minuciosamente sin excluir ni un solo detalle para así no poder olvidarlos jamás.
Ansiosas y soñadoras, no veían la hora de volver a aquel pequeño paraíso.
Tan solo con mencionar el nombre de aquel lugar, en los ojos vidriosos de todas, en aquella pequeña luz de la mirada, se podía leer la historia de principio a fin.
Una historia de ilusiones del final de un verano.

2 comentarios:

Sil dijo...

esa historia me suena... preciosa por cierto:)

Adela Durá dijo...

Jajajajaj, quizás la hayas oído varias veces antes 8-) quien sabe!
Muchas gracias Silvia :D