

El reloj de la pintoresca mesita de noche daba las 2 de la madrugada.
El molesto pitido de la alarma que sonaba cada hora aguzó su insomnio, aunque lo cierto es que por aquel entonces ya había asumido que aquella noche no dormiría más. Escapó al balcón para refugiarse en el silencio de la noche, al menos allí podría aliviar el inminente calor que se había apoderado de ella, y que tras varias vueltas en la cama, le había sido imposible pasar por alto.
Un mechón color avellana acaricia su tez parda movido por la brisa nocturna del estío. Se estremece en un escalofrío de añoranza, sintiendo en su piel el tiempo que hacía desde que alguien por última vez la tocó con suavidad y ternura, mientras pronunciaba su nombre como la más fina seda, haciéndola sentir querida.
No entendía bien el porqué, pero aquella noche su cuerpo le gritaba al oído que lo necesitaba a su lado, más que nunca. Pero su corazón, se había cansado de preguntar a la luna y las estrellas en su nombre, "¿Quién serás amor, y dónde estarás esta noche?". Era un monólogo sin fin y sin respuesta.