
Las nubes discurren tras la ventanilla informes y alargadas, a una velocidad que quita el hipo. Me invade una sensación de ahogo, tengo ganas de sacar la cabeza por la ventanilla y gritarle al conductor de este tren que pare, que yo me quiero bajar, porque se me han quedado pálidas las sienes del traqueteo mareante de esta máquina. Pero como siempre, las palabras se las lleva el viento. Será que me he comportado como un león enjaulado con ansias de escapar. Tal vez debería quedarme así un rato, con mi melena ondeando al viento, enredándose entre mis dedos, indomable, y disfrutando de la brisa hasta la siguiente parada. Quién sabe, quizás tú estés allí esperando. El aire de este lugar huele diferente, huele a misterio y a incertidumbre, pero también a frescura y juventud. Según auguran algunos, es la estación final en el destino de la humanidad, aunque estoy segura de que no son más que habladurías, cuentos de brujas.
Ya casi hemos llegado, puedo verlo.
Próxima parada: estación 2012.
Rara vez suelo hacer un comentario en mis entradas, pero me gustaría desearos feliz año nuevo ya que dedicáis parte de vuestro tiempo a leer lo que escribo, y eso para mi significa un mundo.
Espero que tengáis un 2012 cargado de inspiración, felicidad y amor. ¡Feliz año! Y cuidado con perderos en la estación 2012.


